El biofísico chino Jiankui He, quien en 2018 se hizo mundialmente conocido por modificar genéticamente a dos bebés para hacerlas resistentes al VIH, ha vuelto a ser noticia.
A través de sus redes sociales, He insiste en que su trabajo debe ser reconocido como un hito científico de gran importancia y solo publicará sus resultados si es así valorado.
La comunidad científica internacional sigue condenando la investigación de He por su falta ética.
La utilización de CRISPR-Cas9, una tecnología de edición genética prometedora pero aún experimental, para modificar el genoma de bebés humanos sin su consentimiento, fue ampliamente criticada como irresponsable y potencialmente dañina.
He cruzó una línea que no debería haber cruzado, afirma Richard Sever, editor de Bioarxiv, un repositorio de artículos científicos que no han pasado por la revisión por pares.
En 2018, Sever rechazó el artículo de He, comparando su trabajo con las prácticas del Dr. Mengele, el médico nazi conocido por sus experimentos crueles en campos de concentración.
El experimento de He levantó numerosas preocupaciones.En primer lugar, CRISPR-Cas9 aún tiene un porcentaje de error que puede provocar modificaciones genéticas no deseadas con consecuencias impredecibles para los bebés modificados y su descendencia.
En segundo lugar, se cuestionó la necesidad y ética de modificar genes para una característica como la resistencia al VIH en individuos sanos.
A pesar de las críticas, He fue sentenciado a tres años de prisión por el gobierno chino en 2019.
Tras cumplir su condena, ha manifestado su intención de continuar con sus investigaciones en la edición genética humana.
Es importante que los resultados de este experimento se conozcan para poder aprender de ellos y avanzar en la comprensión de las posibilidades y riesgos de la edición genética, afirma un experto anónimo que trabaja en bioética.
Mientras tanto, el paradero de las gemelas modificadas, Lulu y Nana, permanece desconocido.Su identidad real sigue siendo un secreto guardado con celosa protección por el gobierno chino.
Su futuro, marcado para siempre por la decisión de He, se convierte en un recordatorio del dilema ético que plantea la edición genética humana: ¿dónde está la línea entre el avance científico y la responsabilidad hacia las futuras generaciones?