Golda Meir, quien se convirtió en la primera y única Primera Ministra de Israel a los 70 años, fue una figura icónica que marcó la historia del país.

Su vida, marcada por la pobreza extrema y el compromiso con el sionismo, reflejaba la lucha constante por la supervivencia y la creación de un Estado judío.

Nacida como Golda Mabovitch en Kiev en 1898, Meir emigró a los Estados Unidos a temprana edad donde experimentó las dificultades de la vida judía en el siglo XX. Su infancia, marcada por la pobreza y la precariedad, no le impidió destacar académicamente mientras trabajaba arduamente para ayudar a su familia.

Meir se involucró activamente en el movimiento sionista desde joven, convirtiéndose en miembro del Partido Laborista Sionista Poale Zion.

En 1918, junto con su marido, emigró a Palestina y participó en la construcción de comunidades agrícolas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, su compromiso con el pueblo judío se intensificó mientras trabajaba como funcionaria en el Mandato Británico de Palestina, luchando contra el antisemitismo y abogando por la creación de un Estado independiente.

Su rol durante el proceso de creación de Israel fue crucial.En 1948 firmó la Declaración de Independencia y posteriormente se desempeñó como Ministra de Asuntos Exteriores, consolidando alianzas internacionales y asegurando el apoyo de Estados Unidos.

Como Primera Ministra, Meir enfrentó desafíos sin precedentes: la crisis del Canal de Suez en 1956, los Juegos Olímpicos de Munich en 1972, donde miembros de Septiembre Negro asesinaron a once atletas israelíes, y la Guerra de Yom Kippur en 1973.

Su liderazgo durante estos eventos fue criticado por algunos, pero su firmeza y determinación se reconocieron internacionalmente.

Mi pesadilla es una victoria para cualquiera de las partes, declaró Henry Kissinger, entonces Secretario de Estado de Estados Unidos, al referirse a la Guerra de Yom Kippur.

El conflicto evidenció las dificultades que enfrentaba Meir, quien finalmente renunció en 1974.

Golda Meir falleció en 1978, dejando un legado complejo pero indiscutible.

Su vida y liderazgo reflejaron el espíritu indomable del pueblo israelí, su lucha por la supervivencia y su compromiso con la creación de un Estado judío próspero.