El calendario gregoriano, vigente en la mayoría del mundo, organiza nuestro tiempo en ciclos anuales de 365 días.

Este sistema no refleja con exactitud la duración real del año solar, que es de aproximadamente 365.2422 días.

Esta aparente discrepancia, aunque mínima, acumula un desfase significativo con el paso del tiempo si se ignora.

Para mantener sincronizada la vida cotidiana con las estaciones del año, se implementó un mecanismo ingenioso: los años bisiestos.

Cada cuatro años, un día extra se añade al calendario para compensar esta diferencia, explica el astrofísico Dr. Juan Pérez.

Este ajuste sutil garantiza que el inicio de primavera, por ejemplo, continúe coincidiendo con la fecha estimada del equinoccio vernal.

El sistema actual de años bisiestos establece que los años divisible entre 4 son bisiestos, a excepción de aquellos que son múltiplos de 100 pero no de 400.

Este sistema complejo busca minimizar el error acumulado, aclara el Dr. Pérez.Aunque todavía se produce un ligero desfase, es imperceptible en nuestra escala temporal.

Las consecuencias de omitir los años bisiestos serían significativas a largo plazo.En tan solo 12 años, el calendario se desfasesaría tres días con respecto al ciclo solar, advierte la historiadora Dra.

María García.Las estaciones cambiarían su posición en el calendario, provocando confusión y alteración en los ciclos agrícolas y las actividades humanas.

La introducción del año bisiesto remonta a la Antigua Roma con el calendario juliano implementado por Julio César en 46 a.C. Este sistema fue perfeccionado posteriormente con el calendario gregoriano, vigente desde el siglo XVI. El legado de estos sistemas radica en su capacidad para armonizar el tiempo humano con los ciclos naturales, concluye el Dr. Pérez.

La próxima ocasión en que experimentaremos un año bisiesto será en 2024, un recordatorio constante de la precisión intrínseca que caracteriza a nuestro calendario y la compleja danza entre la humanidad y el cosmos.