La fiebre, un aumento en la temperatura corporal, es una señal del cuerpo que algo no anda bien. Es una respuesta natural del sistema inmunitario para combatir infecciones, principalmente virales o bacterianas.

Si bien en adultos a menudo se pasa por alto un ligero aumento de la temperatura, en niños y bebés, incluso pequeñas variaciones pueden ser motivo de alarma.

Se considera que existe fiebre cuando la temperatura corporal supera los valores normales de 36-37 grados Celsius, explica Meritxell Martí Castanyer, licenciada en Farmacia y experta en salud.

La fiebre se manifiesta con diversos síntomas: sensación de frío, escalofríos, temblor, falta de apetito, fatiga, insomnio o hipersomnia, irritabilidad, confusión, taquicardia, nerviosismo, sed excesiva, sudoración abundante, dolor de cabeza y muscular.

En casos extremos, puede desencadenar convulsiones o delirio.
El diagnóstico preciso del origen de la fiebre es fundamental para determinar el tratamiento adecuado.

La fluctuación de la temperatura corporal a lo largo del día, su duración y la presencia de otros síntomas ayudan a orientar al médico hacia el origen de la misma, agrega Martí Castanyer.

Existen diferentes tipos de fiebre según su patrón: continua, remitente, intermitente, recurrente y ondulante.

Cada tipo puede indicar una patología específica.

La fiebre en sí misma no siempre requiere atención médica inmediata, pero es importante monitorizarla especialmente en niños pequeños.

En bebés menores de tres meses, cualquier temperatura rectal superior a 38 grados Celsius exige consultar al médico, advierte Martí Castanyer.

En bebés mayores de 3 meses y niños, la consulta con el pediatra se recomienda ante fiebre alta persistente o acompañada de otros síntomas como diarrea, vómitos o dificultad para respirar.

En adultos, es necesario acudir al médico si la fiebre supera los 39 grados Celsius, persiste más de tres días o se acompaña de dolor de cabeza intenso, sensibilidad a la luz, dolor de garganta severo, confusión mental, dificultad para respirar o dolor en el pecho.

La administración de medicamentos antipiréticos como paracetamol o ibuprofeno puede ayudar a controlar la fiebre y aliviar los síntomas asociados.

Es importante seguir las indicaciones del farmacéutico o del médico, especialmente en niños.

Los antibióticos no son efectivos para combatir la fiebre, aclara Martí Castanyer.Su uso está indicado exclusivamente para tratar infecciones bacterianas prescritas por un médico.

En definitiva, la fiebre es una señal que nos indica que algo no va bien en nuestro organismo.Su tratamiento y seguimiento dependerá de las características del paciente y el origen de la misma.

La consulta con un profesional sanitario es fundamental para asegurar un diagnóstico preciso y un manejo adecuado de la situación.