Alexey Navalny, líder opositor ruso, falleció en una prisión ártica el 16 de febrero de 2024, tras ser envenenado con Novichok en 2021. Su muerte provocó condena internacional y acusaciones de asesinato por parte de sus colaboradores. El Kremlin negó cualquier implicación en su muerte.
El funeral de Navalny se llevó a cabo el 1 de marzo de 2024, desafiando la fuerte presencia policial y las amenazas de detención. Miles de personas se congregaron fuera de una iglesia en Moscú para despedir al crítico del Kremlin. Los presentes aplaudieron y corearon el nombre de Navalny mientras su ataúd llegaba a la iglesia, mientras que otros clamaban “¡Putin es un asesino!” o “¡no a la guerra!”.
El equipo de Navalny tuvo dificultades para recuperar su cuerpo de las autoridades rusas y contratar un lugar para el funeral. Finalmente, se celebró en la Iglesia del Icono de la Madre de Dios en el distrito de Maryino de Moscú, donde Navalny residía. El funeral fue una muestra de desafío a la opresión y al silenciamiento por parte del Kremlin.
La muerte de Navalny generó reacciones internacionales de dolor e ira. En Rusia, los actos más pequeños de disidencia política conllevan enormes riesgos. Más de 400 personas fueron detenidas en improvisados memoriales para Navalny en 32 ciudades rusas, según el grupo de monitoreo de derechos humanos OVD-Info.
El legado de Navalny es un recordatorio del peligro que representa la opresión y la corrupción en Rusia. Su lucha por la transparencia y la justicia social sigue siendo una inspiración para muchos, especialmente para aquellos que buscan cambiar el statu quo en su país.
La condena internacional a la muerte de Navalny es un paso importante hacia la protección de los derechos humanos y la promoción de la democracia en Rusia. La comunidad internacional debe seguir presionando al Kremlin para que respete las libertades civiles y políticas, y para que se aborden las investigaciones sobre el asesinato de Navalny.
La muerte de Alexey Navalny es un recordatorio del peligro que representa la opresión y la corrupción en Rusia, y su legado sigue siendo una inspiración para aquellos que buscan cambiar el statu quo. La condena internacional a su muerte es un paso importante hacia la protección de los derechos humanos y la promoción de la democracia en Rusia.