El trabajo del astrónomo alemán Johannes Kepler en el siglo XVII, aunque a simple vista parezca una colección de dibujos rudimentarios de manchas solares, ha resultado ser crucial para comprender la dinámica del ciclo solar.

Una reciente investigación liderada por el profesor Hisashi Hayakawa de la Universidad de Nagoya, Japón, ha redescubierto el valor de estas observaciones, situándolas en un contexto histórico vital para entender el comportamiento del Sol a lo largo de los siglos.

Kepler, utilizando una cámara oscura como herramienta esencial, plasmó en dibujos las manchas solares que observaba en 1607.

Estas observaciones, realizadas antes de la invención del telescopio moderno, fueron inicialmente relegadas al olvido por la comunidad científica, considerada inferior a las obtenidas con instrumentos más avanzados.

El análisis moderno de estos dibujos ha revelado su importancia inestimable para comprender el ciclo solar y, en particular, el mínimo de Maunder, un periodo de inusual disminución de la actividad solar entre 1645 y 1715.

Al aplicar herramientas modernas y leyes astronómicas como la ley de Spörer, explica Hayakawa, hemos podido determinar que las manchas observadas por Kepler pertenecen a la fase final del ciclo solar 14, justo antes del inicio del ciclo 13.

Este descubrimiento confirma una duración de 11 años para el ciclo 13, refutando la hipótesis previa de 16 años.

Este estudio ha proporcionado evidencia de que la transición hacia el mínimo de Maunder no fue abrupta, sino gradual, con ciclos solares normales precediendo a la disminución drástica de la actividad solar.

Kepler nos muestra, enfatiza Hayakawa, que incluso en tiempos donde la ciencia estaba aún en desarrollo, las observaciones podían tener un valor incalculable para comprender el cosmos.

Este hallazgo resalta la importancia de preservar y re-evaluar los trabajos científicos del pasado, ya que pueden contener claves esenciales para resolver enigmas actuales.

Al estudiar los ciclos solares del pasado, los científicos pueden desarrollar modelos más precisos del comportamiento del Sol en el futuro, lo cual es crucial en una era donde nuestra dependencia de la tecnología nos hace más vulnerables a las tormentas solares y otros fenómenos relacionados con la actividad solar.