El Tribunal de Apelación de Aviñón ha sido escenario de un juicio que ha conmocionado al país galo.
Dominique Pélicot, un hombre descrito por la fiscal Laure Chabaud como perverso, egocéntrico y perturbado, se enfrenta a una petición de 20 años de prisión, la máxima condena en Francia por violación agravada, por abusar durante diez años de su esposa, Gisèle Pélicot.
La acusación se basa en un macabro catálogo de violencia sexual que incluyó la drujamiento de la víctima con somníferos y la entrega a decenas de hombres para que también la violara.
La fiscal Chabaud ha enfatizado la gravedad de los actos cometidos por Pélicot, calificando la pena solicitada como a la vez mucho y demasiado poco.
La evidencia presentada contra el acusado es contundente: 20.000 fotos y vídeos grabados por él mismo, que documentan las violaciones con una crueldad extrema.
La mayoría de los hombres acusados, alrededor de cincuenta, niegan los cargos, alegando que creían que la víctima estaba de acuerdo.
El fiscal François Mayet ha dejado claro que Gisèle Pélicot fue reducida a un objeto y que el consentimiento no estuvo presente ni antes ni durante el acto.
El caso se complica por otros delitos relacionados con los abusos contra la hija y las nueras de Pélicot.
La fiscal Chabaud ha asegurado que el acusado sabía lo que hacía y que sus actos no respondían a un impulso, aunque la falta de pruebas suficientes impide solicitar una condena en relación a estos hechos.
La abogada de Dominique Pélicot, Isabelle Zavarro, ha expresado sorpresa por las motivaciones de la Fiscalía y ha adelantado su intención de utilizar elementos de su biografía, como supuestos abusos sufridos en la infancia, como defensa.
El juicio contra JeanPierre Maréchal, un hombre que imitó los métodos de Pélicot para violar a su esposa, también se está llevando a cabo en Aviñón.
Maréchal, quien confesó los hechos y se autodenominó violador criminal, ha sido acusado de administrar somníferos a su mujer entre 2015 y 2020 para abusar sexualmente de ella, junto con Pélicot.
Las audiencias contra estos dos hombres han abierto una ventana al horror que se esconde detrás de la máscara de la normalidad en algunas familias francesas.