El mundo observará con atención las elecciones presidenciales en Estados Unidos, un evento que trascenderá las fronteras del país y tendrá profundas implicaciones geopolíticas.

Nunca antes se había invertido tanta cantidad de dinero en una campaña electoral estadounidense, ni las posturas habían estado tan polarizadas.

Este clima político tenso, marcado por insultos, acusaciones y un profundo rechazo al diferente, refleja un fenómeno preocupante de división social.

Más allá de la elección del presidente, la renovación completa de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, generará cambios significativos en el panorama legislativo estadounidense.

La composición de ambas cámaras determinará la capacidad del presidente para impulsar su agenda política, lo que impactará directamente en la dinámica global.

Como señala un experto en relaciones internacionales, El modelo multipolar imperfecto que vivimos hace que el resultado de las elecciones estadounidenses sea un auténtico game changer, un factor disruptivo con consecuencias globales.

Independientemente del ganador, se espera un aumento en la presión sobre países como Ucrania, Irán y China.

Si gana Donald Trump, la tensión en el Indopacífico, especialmente entorno a Taiwán, podría intensificarse.

Se prevé un mayor respaldo a las acciones militares de Israel, y una posible escalada en la presión contra Irán para frenar su programa nuclear.

Trump ha prometido terminar con la guerra en Ucrania en 24 horas, aunque no se conocen los mecanismos para alcanzar este objetivo.

Kamala Harris, por su parte, representaría un continuismo en la política exterior de Biden, manteniendo el foco en el Indopacífico como eje central de la estrategia geopolítica estadounidense.

Se espera que el trato con la Unión Europea sea más amable en apariencia, pero con potenciales consecuencias negativas para la competitividad europea.

En este escenario, la Unión Europea se encuentra en una posición vulnerable, observadora de un panorama global donde su influencia es limitada.

La falta de autonomía estratégica y la ausencia de una voluntad colectiva sólida impiden que la UE pueda ejercer un papel más activo en el escenario internacional.

El futuro del mundo está en juego y las decisiones tomadas en Estados Unidos tendrán consecuencias profundas para todos.

La hora ha llegado para que la Unión Europea asuma su responsabilidad y actúe con decisión para proteger sus intereses y asegurar su lugar en el concierto mundial.