Donald Trump, el magnate que se autoproclama selfmade man, dejó una huella imborrable en la política estadounidense.

Su ascenso al poder en 2016 marcó un antes y un después en la forma en que se ejerce la democracia, impulsando una nueva era de populismo de derechas, nacionalismo exacerbado y discursos cargados de antiinmigración e intolerancia.

El término trumpismo, acuñado por analistas políticos para describir este fenómeno, encapsula la combinación explosiva de radicalización política, desinformación y retórica agresiva que caracterizó su presidencia.

Muchos expertos consideran a Trump un neofascista, aunque otros advierten del peligro de realizar comparaciones históricas simplistas.

A pesar de provenir de una familia acomodada con fuertes conexiones en el sector inmobiliario, Trump construyó su narrativa pública alrededor del mito del hombre hecho a sí mismo.

Investigaciones periodísticas revelaron que heredó un imperio empresarial valorado en cientos de millones de dólares y benefició de estrategias fiscales cuestionables.

Su éxito empresarial se vio salpicado por numerosas quiebras y crisis financieras, pero logró consolidar su imagen como un exitoso hombre de negocios a través del programa de televisión The Apprentice.

Esta plataforma le permitió dar rienda suelta a su carisma controvertido y a su estilo directo, ambos elementos clave para conquistar el apoyo de una base electoral descontenta con el establishment político.

Trump llegó al poder con un mensaje nacionalista y xenófobo que resonó en sectores de la sociedad estadounidense cansados del globalismo y preocupados por la inmigración.

Sus promesas de construir un muro en la frontera con México, expulsar a los inmigrantes indocumentados y aislar al país del resto del mundo se convirtieron en pilares de su campaña electoral.

Durante su presidencia, Trump implementó políticas migratorias draconianas que separaron a miles de niños de sus padres y generó una crisis humanitaria.

Su gobierno también abandonó el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, debilitó las relaciones internacionales con aliados tradicionales y fortaleció lazos con regímenes autoritarios como Rusia.

El asalto al Capitolio en enero de 2021, orquestado por sus seguidores radicalizados tras la derrota electoral frente a Joe Biden, marcó un punto álgido en su legado.

Trump fue acusado de incitar al violento ataque y enfrenta varios procesos judiciales que podrían definir el futuro político del expresidente.

El impacto de Trump en la democracia estadounidense sigue siendo objeto de debate.Sus detractores lo ven como una amenaza para los valores democráticos, mientras que sus seguidores lo consideran un héroe que desafió al establishment y puso voz a las preocupaciones de los forgotten men and women.

Independientemente de la postura personal sobre Trump, su legado sin duda ha dejado una huella profunda en el panorama político estadounidense y global.

La polarización política, la desconfianza en las instituciones y la propagación de la desinformación son desafíos que la democracia estadounidense deberá afrontar en los años venideros.