La flora alberga una asombrosa variedad de adaptaciones para sobrevivir, pero pocas son tan impactantes como la estrategia de la flor cadáver (Amorphophallus titanum).
Originaria de las selvas tropicales de Sumatra, en Indonesia, esta planta gigante se caracteriza por su tamaño imponente y su fétido olor a carne en descomposición que emite durante su breve periodo de floración.
Este peculiar aroma ha intrigado a científicos durante años, pero solo recientemente un equipo de investigadores de la Universidad de Darmouth, Estados Unidos, liderado por el profesor G. Eric Schaller, ha logrado desentrañar los mecanismos detrás de este hedor tan distintivo.
A través de análisis exhaustivos del tejido de la planta en el Invernadero de Ciencias de la Vida de la universidad, descubrieron que el olor se debe principalmente a un compuesto orgánico llamado putrescina (1,4butanodiamina), usualmente encontrado en tejidos animales en estado de descomposición.
La putrescina es un indicador histórico del peligro inminente para los animales y los humanos, explica Schaller.
Su presencia en la flor cadáver es una estrategia evolutiva ingeniosa para atraer a polinizadores.Además, el estudio reveló que la planta se calienta hasta 11ºC por encima de la temperatura ambiente justo antes de florecer, un proceso llamado termogénesis, que contribuye al atractivo del aroma para los insectos carroñeros.
Los científicos también identificaron enzimas llamadas oxidasas alternativas que aumentan en número durante la floración, así como genes relacionados con la metabolización y el transporte de azufre.
Estos hallazgos proporcionan una comprensión profunda del proceso molecular detrás del olor a carne podrida emitido por la flor cadáver.
El descubrimiento no solo aclara un enigma biológico fascinante, sino que también demuestra la sorprendente capacidad de las plantas para adaptarse y sobrevivir en entornos desafiantes.