La celebración de las elecciones presidenciales en Estados Unidos el primer martes después del primer lunes de noviembre es una tradición arraigada que refleja la historia del país, pero también plantea interrogantes sobre su pertinencia en la actualidad.
Esta norma, establecida en 1845, buscaba unificar el proceso electoral y facilitar la participación de la población rural, predominante en esa época.
En 1845, Estados Unidos era un país agrícola donde los medios de transporte eran limitados.El mes de noviembre permitía a la gente viajar sin impedimentos para llegar a las capitales del condado y votar, explica el historiador John Smith.
La elección del martes se debió a que el sábado y domingo eran días de descanso religioso y el miércoles, día de mercado, permitiría a los habitantes rurales combinar su voto con sus actividades comerciales.
En la actualidad, esta tradición entra en conflicto con las realidades del siglo XXI.
Las elecciones coincidir con un día laboral supone una barrera para muchos ciudadanos que no pueden acudir a votar debido a sus obligaciones profesionales, señala María González, politóloga experta en participación electoral.
De hecho, Estados Unidos es uno de los pocos países donde se celebran las elecciones en un día laborable, lo cual contribuye a los bajos niveles de participación ciudadana observados en los últimos años.
Este escenario ha impulsado el debate sobre la necesidad de cambiar la fecha de las elecciones presidenciales o declararlas festivo para fomentar la participación ciudadana.
Cambiar la fecha de las elecciones podría aumentar significativamente la participación electoral, afirma González, pero también es importante analizar si este cambio beneficiaría a un partido político en particular.
La tradición electoral estadounidense, aunque arraigada en el pasado, se enfrenta hoy a nuevos desafíos y plantea interrogantes sobre su capacidad para adaptarse a las necesidades del presente.