En un hogar sencillo de Cerrillos, el fervor religioso cobra vida en cada oración, cada vela encendida y cada danza tradicional que honra a la Virgen de Urkupiña.

Margarita Quispe, una mujer cuya fe es inquebrantable, se ha convertido en anfitriona de una novena anual dedicada a la venerada imagen mariana.

La historia de Margarita está intrínsecamente ligada a la devoción por la Virgen: 12 años atrás, médicos le advirtieron sobre posibles complicaciones durante el embarazo de su hijo Francisco.

Atrapada en la incertidumbre, Margarita recurrió a la plegaria y al favor de la Mamita Urkupiña.Su fe fue recompensada: Francisco nació sano y fuerte.

Desde entonces, Margarita ha realizado una novena anual, atrayendo cada vez más devotos a su hogar con la promesa de una experiencia espiritual profunda.

Mi hijo nació sin problemas, relata Margarita entre lágrimas de emoción al recordar aquel momento crucial.

Caminando, jugando, va a la escuela.Todo bien. La tradición familiar se ha expandido, incluyendo a padrinos y vecinos que se unen a la celebración, compartiendo oraciones, alimentos y el baile tradicional de la cueca en honor a la Virgen.

Acompañando a la imagen de la Virgen de Margarita se encuentra la del santuario familiar, una pieza traída por su suegra Antonia tras un viaje a Cochabamba, lugar donde se ubica el templo original de la advocación mariana.

En esta tradición familiar, las piedras del santuario representan los pedidos especiales realizados a la virgen, y al cumplirse estos, deben ser devueltas al santuario central.

Antonia reza por la salud de su hija cada noche, agradeciendo los favores recibidos por sus nietos.

La devoción a la Virgen de Urkupiña se extiende más allá del hogar de Margarita. Este año, la imagen será llevada a misa en la iglesia de Cerrillos el domingo 18.

La celebración anual es un recordatorio palpable de la fuerza inquebrantable de la fe y la esperanza que reside en las comunidades bolivianas.