El ritual cotidiano del baño, más allá de su función higiénica básica, se erige como un acto que influye en nuestro bienestar físico y emocional.

En las últimas décadas, la investigación científica ha puesto de manifiesto cómo el momento elegido para este acto puede acarrear beneficios específicos, desde una mayor alerta matutina hasta una mejor calidad del sueño nocturno.

Si bien el objetivo principal del baño es mantener la higiene personal, la hora en que lo realizamos puede aportar ventajas adicionales, explica el sitio web Cuídate Plus.

Para quienes prefieren las duchas matutinas, el despertar se convierte en un proceso más energético.

La limpieza de la piel, liberada de células muertas y sudor acumulado durante el descanso, junto con la estimulación sensorial que produce el agua, contribuyen a una mayor lucidez mental para afrontar el día.

Este momento se convierte en una oportunidad para la rutina de cuidado facial completa y un cabello fresco.

Por otro lado, la ducha nocturna ofrece una experiencia relajante que prepara el cuerpo para una noche de descanso reparador.

Permite eliminar los residuos acumulados durante el día, como protectores solares o cremas corporales, además de proporcionar una sensación de limpieza profunda que facilita la relajación mental y física.

Estudios realizados por la Clínica Cleveland apuntan a que ambos horarios ofrecen beneficios comparables.

La elección final depende de las preferencias individuales y del estilo de vida de cada persona.Lo fundamental es mantener una rutina de higiene constante, enfatiza el centro médico, destacándose la importancia de la regularidad en esta práctica diaria.

Un factor crucial que influye en la experiencia del baño es la temperatura del agua.La investigación ha demostrado que los cambios de temperatura corporal provocados por el baño impactan significativamente en el sueño.

Un estudio publicado en el Journal of Physiological Anthropology reveló que un aumento de 0,9C en la temperatura sublingual podría favorecer una mejor calidad del descanso nocturno.

La mayoría de las personas se benefician con una temperatura de agua entre los 36C y los 38C. Sin embargo, expertos en neurología destacan la importancia de disminuir la temperatura corporal para lograr un sueño reparador.

La Sleep Foundation de Estados Unidos señala que el uso de agua fría o caliente genera respuestas fisiológicas distintas.

Si bien se recomienda una temperatura moderada, algunas personas prefieren duchas con agua fría para aumentar su estado de alerta y estimular la circulación sanguínea.

En contraparte, las duchas calientes pueden contribuir a la relajación muscular y a disminuir la presión arterial, favoreciendo la conciliación del sueño.

La elección final dependerá de los efectos buscados y del momento del día en que se realice el baño.

Reconocer estos factores permite optimizar los beneficios de esta rutina diaria, no solo para mantener una correcta higiene, sino también para mejorar nuestro bienestar físico y mental.