Un estudio publicado por la revista Pediatrics revela que el tiempo excesivo frente a la pantalla puede perjudicar el desarrollo del lenguaje y las habilidades sociales, disminuyendo las interacciones familiares esenciales.
La sobreexposición a pantallas digitales ha convertido en una realidad cotidiana para los niños y niñas, especialmente durante la pandemia por coronavirus.
La tecnología no es malo en sí mismo, pero su exceso puede ser perjudicial, destaca Sonia Almada, psicóloga especializada en infancias y juventudes.
El uso constante de dispositivos electrónicos puede limitar las oportunidades de interacción cara a cara, lo que puede llevar a un aislamiento social y una menor capacidad para interactuar con sus pares de manera efectiva.
Según el estudio, los niños que pasan más de dos horas al día frente a pantallas obtienen puntajes más bajos en pruebas de lenguaje y pensamiento.
La exposición prolongada a las pantallas puede afectar la capacidad de atención y la memoria de trabajo, esenciales para el aprendizaje y la resolución de problemas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar el uso de pantallas a una hora diaria para niños menores de tres años.
Las investigaciones sugieren que incluso dentro de este límite, los niños pueden perder aproximadamente 400 palabras de interacción con adultos y 294 palabras propias diariamente.
La tecnoferencia, término utilizado por los investigadores, describe cómo la exposición de los niños pequeños frente a la pantalla interfiere con las oportunidades de hablar e interactuar en su entorno familiar.
Los científicos sugieren que este fenómeno puede afectar negativamente el desarrollo lingüístico y las interacciones sociales tempranas en los niños pequeños.
La formación de vínculos entre padres e hijos se ve afectada cuando las interacciones cara a cara son reemplazadas por el uso excesivo de dispositivos electrónicos.
Los huérfanos digitales, término utilizado para describir a los niños que son hijos de padres adictos a la tecnología, pueden desarrollar menos habilidades sociales y emocionales, lo que puede llevar a dificultades en la formación de relaciones.
Es esencial que las familias, educadores y profesionales seamos conscientes de estos riesgos y fomentemos un equilibrio entre el tiempo de pantalla y las interacciones cara a cara para asegurar un desarrollo integral y equilibrado para los niños y niñas.