La capital siria, Damasco, ha caído en manos de la oposición armada tras una vertiginosa ofensiva que ha sorprendido al mundo.

El colapso del régimen de Bachar al Assad, aferrado al poder durante 24 años, marca un punto de inflexión en la guerra civil siria que ha devastado el país desde 2011.

Hadi al Bahra, presidente de la Coalición Nacional Siria (CNFROS), principal órgano político opositor en exilio, atribuye este éxito a una combinación estratégica clave: entrenamiento intenso durante más de una década, un sistema de combates por turnos que permitió operaciones continuas día y noche, y la debilitada moral del ejército sirio.

El régimen subestimó nuestra capacidad, afirma al Bahra.Al Assad creía que sus soldados eran los mismos de 2011.

Las tropas opositoras han recibido formación avanzada, incluyendo el uso de drones y armas sofisticadas.

La ofensiva, lanzada el 27 de noviembre, tomó por sorpresa a las fuerzas del régimen al emplear un sistema rotativo de combates cada ocho horas, garantizando una presión constante y agotadora.

Esta estrategia se vio potenciado por la baja moral del ejército sirio, golpeado por la retirada de sus principales aliados: Hezbolá libanés, debilitado por enfrentamientos con Israel; Irán y Rusia, que no desplegaron el apoyo esperado para repeler la ofensiva.

El régimen ha abandonado a sus soldados, denuncia al Bahra.Carecen de ropa adecuada para el invierno, comida suficiente, incluso camas o baños.

¿Para quién deberían luchar?.En contraste, destaca el factor motivacional de los rebeldes: Nuestros combatientes son desplazados internos que anhelan volver a sus hogares y reconstruir sus vidas.

La caída de Damasco marca un nuevo capítulo en la tragedia siria, donde más de 14 millones de personas han huido de sus hogares desde el inicio del conflicto.

La ONU estima que 7,2 millones son desplazados internos en Siria, mientras que el 70% de la población necesita asistencia humanitaria y el 90% vive por debajo del umbral de pobreza.

El futuro de Siria sigue incierto.Sin embargo, el colapso del régimen Asad abre un panorama complejo con desafíos y oportunidades para alcanzar una solución pacífica al conflicto.