La caída abrupta de Bashar al-Asad, tras casi dos décadas al frente del régimen sirio, ha desatado una ola de especulaciones sobre el destino de su vasta fortuna.
Si bien la magnitud exacta de los activos acumulados por la dinastía al-Asad permanece en el misterio, expertos y análisis previos sugieren un imperio financiero disperso en diversos paraísos fiscales y mercados internacionales.
Un informe elaborado en 2012 por Alaco, una firma especializada en inteligencia financiera, estimaba que la fortuna de la familia al-Asad, incluyendo al propio Bashar, su círculo familiar y sus aliados más cercanos, rondaba los 1.000 a 1.500 millones de dólares.
Esta cifra se componía de activos financieros, bienes raíces y fondos escondidos en paraísos fiscales alrededor del mundo.
Iain Willis, jefe de investigación de Alaco, declaró en ese entonces a la BBC que la ubicación probable de esos fondos era Rusia, Dubái, Líbano, Marruecos e incluso Hong Kong.
Se mencionaba la existencia de propiedades inmobiliarias de lujo distribuidas globalmente.
La reciente toma del palacio presidencial por parte de los rebeldes sirios ha arrojado luz sobre una faceta particular del lujo y opulencia que caracterizaba al régimen de Bashar al-Asad.
En el garaje del palacio se encontró una colección impresionante de coches de lujo, incluyendo un Ferrari F50 rojo, un Lamborghini, un Rolls Royce y un Bentley, con un valor estimado en cientos de millones de dólares.
Este hallazgo ha alimentado las críticas hacia la desproporción entre la riqueza acumulada por la élite gobernante siria durante décadas y la miseria que padecían el resto del pueblo.
La imagen viral de estos vehículos de lujo se ha convertido en un símbolo contundente de la corrupción y el abuso de poder del régimen al-Asad, generando una profunda indignación pública.