A principios del siglo XX, la idea de que los continentes se mueven era considerada radical y hasta absurda por la comunidad científica.
Alfred Wegener, un meteorólogo alemán con una mente inquieta y una mirada observadora, desafió este dogma establecido.
Sus estudios sobre la geografía, fósiles y climatología le llevaron a proponer la teoría de la deriva continental, que revolucionaría la geología moderna.
Wegener observaba patrones y conexiones que otros no veían, explica un experto en historia de la ciencia, su capacidad para sintetizar información de diversas disciplinas fue crucial para formular su hipótesis.
Wegener sostenía que los continentes no estaban fijos, sino que habían formado parte de un supercontinente llamado Pangea, que se fragmentó y se desplazó a lo largo del tiempo.
Para sustentar su teoría, Wegener presentó evidencias contundentes como la similitud en las formas de las costas de África y Sudamérica, la presencia de fósiles idénticos en continentes separados por océanos y coincidencias en las estructuras geológicas antiguas.
A pesar de la solidez de sus argumentos, la propuesta de Wegener fue inicialmente recibida con escepticismo por la comunidad científica de la época.
La falta de un mecanismo explicativo convincente para el movimiento de los continentes a través del manto terrestre impedía su aceptación generalizada.
La idea de que las placas terrestres se movieran era radicalmente nueva, afirma un geólogo.Se necesitó tiempo y desarrollo de nuevas teorías, como la tectónica de placas, para que se pudiera comprender realmente la propuesta de Wegener.
Lamentablemente, Alfred Wegener no vivió para ver cómo sus ideas eran finalmente aceptadas.Falleció en 1930 durante una expedición a Groenlandia, donde había realizado importantes contribuciones al estudio del clima polar y de los glaciares.
Su legado se mantiene vivo en la teoría de la tectónica de placas, que explica el movimiento de los continentes y la formación de montañas, volcanes y terremotos.
La obra de Wegener es un testimonio de la importancia de la observación, la curiosidad intelectual y la perseverancia en la búsqueda del conocimiento científico, a pesar de las adversidades.