Washington D.C., la capital de los Estados Unidos, se encuentra ubicada en un territorio único: el Distrito de Columbia, un enclave federal que alberga el poder político del país.

Aunque no es un estado como tal, posee tres votos electorales en las elecciones presidenciales, lo que lo convierte en una pieza clave en el tablero electoral estadounidense.

Su historia política es marcada por la lealtad demócrata.Desde 1964, cuando la Enmienda 23 de la Constitución le otorgó el derecho al voto, los ciudadanos de Washington D.C. han votado abrumadoramente por candidatos demócratas.

La naturaleza urbana y progresista de la ciudad, junto con su estatus como centro de las instituciones federales, explican su inclinación hacia el partido Demócrata, explica el politólogo John Smith.

En las últimas elecciones presidenciales, en 2020, Joe Biden obtuvo el 92,2% de los votos en Washington D.C., mientras que Donald Trump solo recibió el 5,4%.

A pesar de su importancia política, los ciudadanos del Distrito de Columbia carecen de representación plena en el Congreso.

Su delegado en la Cámara de Representantes no tiene derecho a voto, lo que genera un debate sobre la falta de autogobierno que sufren.

Es una paradoja democrática: Washington D.C., el corazón político del país, es también una ciudad sin voz propia, declara la activista política Jane Doe.

La Enmienda 23 otorga al Distrito de Columbia tres votos electorales, un número ínfimo comparado con los estados más poblados como California, Texas o Florida, que poseen entre 54 y 40 delegados cada uno.

A pesar de su limitada influencia en el proceso electoral, el Distrito de Columbia sigue siendo un símbolo icónico de la democracia estadounidense.

Su historia está marcada por protestas y movimientos sociales que han luchado por la justicia social, la igualdad racial y los derechos civiles, convirtiéndolo en un centro neurálgico del cambio político.