El 30 de enero de 1945, la tragedia se apoderó del barco alemán Wilhelm Gustloff en el Mar Báltico.

Hundido por un torpedo soviético, este evento marcó la peor pérdida de vidas humanas en un naufragio a lo largo de la historia marítima.

Con una cifra estimada de 9000 muertos, la tragedia supera con creces al hundimiento del Titanic en 1912, que causó entre 1490 y 1500 víctimas.

El Wilhelm Gustloff, inicialmente un barco crucero construido para el programa Kraft durch Freude (Fuerza a través de la alegría), se convirtió en un buque hospital durante la Segunda Guerra Mundial.

Al finalizar el conflicto, fue utilizado para evacuar refugiados alemanes del este hacia el oeste.En su último viaje, cargaba con más de 10 000 personas, incluyendo civiles, soldados y personal médico.

La causa del hundimiento fue un ataque del submarino soviético S-13, comandado por el capitán Aleksandr Marinesko.

El barco se encontraba navegando en aguas profundas cuando recibió tres torpedos que causaron daños irreparables.

Las condiciones climáticas adversas, con temperaturas bajo cero, dificultaron aún más la supervivencia de los pasajeros y tripulantes.

El ataque fue brutal e implacable, afirma un historiador especializado en la Segunda Guerra Mundial.

Las posibilidades de supervivencia eran mínimas debido a la falta de botes salvavidas disponibles y el frío extremo.

Muchos de los dispositivos de salvamento estaban congelados, mientras que algunos torpedos impactaron directamente en las zonas donde se encontraba el personal capacitado para atender una emergencia de esta magnitud.

La tragedia del Wilhelm Gustloff permanece como un recordatorio brutal de la crueldad de la guerra y su impacto devastador en vidas inocentes.

Es un acontecimiento histórico que no solo conmocionó al mundo, sino que también marcó una profunda cicatriz en el alma colectiva de aquellos que lo vivieron o se vieron afectados por él.