El expresidente Donald Trump, aspirante a la Casa Blanca en las próximas elecciones, se enfrenta a un panorama complejo al reconstruir su equipo de gobierno.

Su primer mandato estuvo marcado por una alta tasa de rotación, desencadenada por controversias, dimisiones y despidos.

La situación actual, con una oleada de críticas provenientes de ex colaboradores y aliados, plantea interrogantes sobre la composición del gabinete que Trump conformaría en caso de victoria electoral.

La mayoría de los críticos, entre ellos el exjefe de gabinete John Kelly, califican a Trump como fascista, acusándolo de admirar al dictador Adolf Hitler.

Una treintena de antiguos colaboradores han expresado su descontento con el expresidente, especialmente después del asalto al Capitolio en 2021.

Entre los detractores se encuentra Mike Pence, quien rompió con Trump tras la presión ejercida para interrumpir la transición de poder a Joe Biden y ha declarado que no votará por él.

Carl Cavalli, experto en partidos políticos de la Universidad del Norte de Georgia, resalta dos puntos centrales de las críticas: el desconocimiento de Trump sobre el funcionamiento del gobierno y sus tendencias autoritarias.

Muchos funcionarios se desilusionaron al descubrir que Trump carecía de interés por comprender las complejidades del aparato gubernamental.

John Bolton, tercer asesor de Seguridad Nacional bajo la administración Trump, describe un ambiente laboral caótico: trabajar con el expresidente era como vivir dentro de una máquina de pinball, sin una línea política coherente.

Bolton agrega que Trump tiene muy poca capacidad de atención en la mayoría de las cosas.
Ante este panorama, Trump busca recompensar la lealtad absoluta en su posible segundo mandato.

Su objetivo es rodearse de individuos dispuestos a satisfacer sus caprichos e ignorar cualquier crítica o desacuerdo.

El fallo del Tribunal Supremo que otorga inmunidad judicial ampliada a los presidentes refuerza esta postura.

Entre las figuras que podrían formar parte de este nuevo gabinete se encuentran J.D. Vance, senador que inicialmente se opuso a Trump pero posteriormente adoptó su línea ideológica; Robert F. Kennedy Jr., quien abandonó su candidatura presidencial para respaldar a Trump y promete un cargo importante dentro del equipo; y Elon Musk, magnate defensor acérrimo de Trump en redes sociales.

Otros nombres que circulan son Marco Rubio para el puesto de Secretario de Estado y Stephen Miller, conocido por sus políticas antiinmigración.

Las críticas más contundentes provienen de figuras claves en la seguridad nacional, como James Mattis (exsecretario de Defensa) y Mark Milley (jefe de las Fuerzas Armadas), quienes consideran a Trump una amenaza para la Constitución.

De forma inédita, Trump ha atacado públicamente a la cúpula militar, acusándola de ser demasiado progresista y amenazando con despedirla.

Este panorama sugiere que un segundo mandato de Trump estaría marcado por una profunda división interna y una agenda política radical.

La lealtad absoluta se convertiría en el único criterio para formar parte del gabinete, dejando atrás cualquier tipo de debate o disenso.