El fallecimiento del padre Javier Romero, Vicario Episcopal de Salta, a la edad de 48 años, ha conmocionado a la comunidad religiosa y al pueblo salteño.

Dedicado incansablemente al servicio de Dios desde su juventud, el sacerdote dejó una profunda huella espiritual en todos aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlo.

Romero jugó un rol fundamental en la organización de la procesión del Señor y la Virgen del Milagro, una tradición profundamente arraigada en la cultura salteña, durante los últimos años de su vida.

Su legado se caracteriza por su devoción inquebrantable y su compromiso con la fe.

Su partida nos llena de dolor, pero también de gratitud por su vida dedicada al servicio de Dios y a la comunidad, expresó el Obispo de Salta, quien destacó el papel crucial que Romero desempeñó como su mano derecha en la Catedral.

En un gesto que revela la humildad y el profundo vínculo familiar del sacerdote, sus seres queridos revelaron su último deseo: descansar junto a su abuela.

Este anhelo, compartido con aquellos más cercanos al padre Romero, refleja la importancia que tenía para él la familia y las raíces de su pasado.

Creció rodeado del amor de su abuela, compartió un cercano amigo del fallecido.Siempre hablaba de ella con cariño y admiración.

Su deseo de descansar junto a ella es una muestra de la profunda conexión que los unió.

El padre Romero deja un vacío significativo en la comunidad religiosa y en el corazón de quienes lo conocieron, pero su legado de fe y devoción seguirá inspirando a futuras generaciones.