En una decisión inédita, un tribunal de Orán otorgó la adopción a un hombre de 76 años sobre su hijastro de 61.
Esta historia excepcional rompe con los paradigmas tradicionales de la adopción, demostrando que el amor y la unidad familiar pueden trascender las fronteras establecidas por la ley.
El caso involucra a Luis González, de 76 años, quien deseaba formalizar la adopción de Pedro Ruiz, de 61 años, hijo de su esposa Ana López, de 82 años.
La relación entre Luis y Pedro se remonta a cuando éste tenía apenas dos años, siendo criados juntos desde entonces.
A pesar del vínculo profundo que los unía, la ley no permitía formalizar la adopción hasta el año 2015, con la aprobación del nuevo Código Civil.
Es un hecho colmado de aristas emocionantes, expresó la jueza Ana María Carriquiry, quien presidió el caso.
Estamos acostumbrados a la adopción de niños y adolescentes, pero aquí nos encontramos con una situación inédita: adultos mayores que buscan formalizar una unión familiar.
La magistrada destacó la complejidad del caso y la necesidad de analizar a fondo las motivaciones detrás del pedido.
La audiencia fue extensa, permitiendo a la jueza Carriquiry profundizar en los detalles del vínculo entre Luis y Pedro.
Luis es el único referente que siempre tuvo Pedro como padre, afirmó la jueza, señalando que la relación transcendió lo legal para convertirse en un lazo familiar sólido e irrompible.
El nuevo Código Civil introdujo la figura de la adopción por integración, que permite a los cónyuges adoptar a los hijos de su pareja.
Esta figura se aplica cuando el adoptante ha tratado al hijo como propio durante años y comparte una profunda conexión emocional con él.
Luis es un señor totalmente lúcido, relató la jueza Carriquiry sobre el proceso, vino sabiendo lo que quería, consciente de su realidad.
Para ella, este caso representa un gran avance en la comprensión y reconocimiento de las diversas formas de familia.
Para Pedro Ruiz, la adopción significa más que una simple formalización legal.Ahora mi papá es una persona mayor, declaró con emoción.
Lo llevo al hospital, lo acompaño al banco para que cobre su jubilación y me preguntan qué soy de él y tengo que decir que no soy nada, porque así era para la ley, pero a la vez soy todo lo que el tiene y quiero devolverle lo que ha hecho por mi desde niño.
La jueza Carriquiry concluye: Esta historia es un ejemplo de amor puro.Es un momento para reflexionar sobre las diferentes formas de construir familia y sobre la importancia de reconocer e integrar estas realidades en nuestro sistema legal.