El repunte del brote de mpox en África central, declarado emergencia sanitaria por la OMS, resalta la fragilidad del sistema global de salud y expone las profundas desigualdades existentes en el acceso a vacunas, diagnósticos y tratamientos.
Hasta hace poco tiempo, la mpox, conocida anteriormente como viruela del mono, era considerada una enfermedad zoonótica endémica en regiones remotas de África central y occidental, con casos esporádicos fuera de estas zonas.
El brote masivo de 2022, que alcanzó más de 99 mil casos confirmados en 116 países, puso al mundo en alerta, demostrando la capacidad de esta enfermedad para propagarse rápidamente a nivel global.
El brote mundial de 2022 fue toda una sorpresa: la mayoría de los casos se notificaron en países no endémicos, principalmente en hombres que mantenían relaciones sexuales con hombres, explican expertos en enfermedades infecciosas.
Aunque en su punto álgido se registraron más de 6 mil casos semanales, la rápida respuesta con vacunas y medicamentos antivirales permitió controlar el brote.
Esta situación no debe generar complacencia.
El actual repunte en África central presenta un panorama preocupante debido a la circulación del clado Ib del virus MPXV. Este linaje, más virulento que el que causó el brote de 2022, se caracteriza por una mayor tasa de letalidad y un patrón epidemiológico distinto con cadenas sostenidas de transmisión entre humanos, a menudo por vía sexual.
La situación actual en la RDC es especialmente preocupante, advierten expertos como Wolfgang Preiser, Cheryl Baxter y Jean Nachega, quienes recalcan la necesidad de una respuesta coordinada a nivel internacional.
El acceso equitativo a pruebas diagnósticas, vacunas y tratamientos antivirales es crucial para contener el brote y evitar una potencial pandemia.
La creación de un Consorcio de Investigación sobre el mpox en África, dirigido por científicos africanos, podría ser clave para comprender mejor este virus y desarrollar estrategias efectivas para su eliminación como problema de salud pública.
No cabe duda de que una enfermedad en un rincón del mundo puede convertirse de repente en una amenaza para la salud global, concluyen los expertos.