El aumento en la esperanza de vida ha traído consigo un incremento significativo en la proporción de conductores mayores de 65 años.

Esta realidad, sin embargo, se enfrenta a un desafío creciente: el envejecimiento natural del organismo y las posibles consecuencias para la capacidad cognitiva, especialmente en relación a la conducción.

La neuropsicóloga Isabel Sala, especialista en la Unidad de Memoria del Servicio de Neurología del Hospital Sant Pau de Barcelona, señala que la conducción es un tema que debería abordarse de forma rutinaria en las consultas médicas, pero esto no sucede con la frecuencia necesaria.

Sala considera crucial que los reconocimientos médicos para la renovación del carnet de conducir incluyan protocolos de detección precoz del deterioro cognitivo en conductores mayores de 65 años.

Actualmente, las pruebas existentes no detectan directamente este deterioro, pero sí existen indicaciones para evaluarlo si existe sospecha.

En estos casos, se recomienda una evaluación complementaria y, si persisten las dudas, la derivación a un especialista para determinar la aptitud del conductor.

Un estudio realizado por Sala en colaboración con la Fundación Mapfre y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau Barcelona, titulado El proceso de cese de la conducción en personas mayores, arroja datos preocupantes.

Este trabajo, basado en entrevistas a casi 50 personas que han dejado de conducir, revela que la mitad de los familiares consideraban que el carnet no debería haber sido renovado en aquellos casos donde su familiar seguía conduciendo.

Esto evidencia la necesidad de implementar pruebas con mayor validez para detectar patrones de conducción inseguros.

El estudio muestra una discrepancia entre las percepciones del conductor y sus familiares sobre la decisión de dejar de conducir.

Si bien el 55% de los mayores exconductores afirmaron haber tomado la decisión por iniciativa propia, un 74% de los familiares aseguran que el mayor lo hizo involuntariamente.

Entre las causas se mencionan problemas cognitivos, diagnósticos de demencia, otros problemas médicos y dificultades para manejar un vehículo.

Susana Arias, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y coautora del Manual Neurología y Conducción, destaca que el deterioro cognitivo, incluso en sus etapas iniciales, aumenta significativamente la probabilidad de accidentes de tráfico.

Arias enfatiza que la conducción debe ser considerada un factor crucial en el proceso médico, ya que está intrínsecamente relacionada con la salud, la atención médica y el bienestar del individuo a múltiples niveles.

Dejar de conducir puede representar una pérdida significativa de independencia y autonomía para las personas mayores, generando sentimientos de frustración e incapacidad.

La sociedad, junto con los profesionales de la salud, deben trabajar en conjunto para abordar este desafío de manera sensible y eficiente, buscando alternativas de movilidad accesibles y seguras que permitan a los adultos mayores mantener su calidad de vida.