La situación de violencia y desconfianza entre comunidades indígenas y criollas en Alto La Sierra, Santa Victoria Este, continúa generando preocupación a pesar de la presencia reforzada de Infantería de la Policía Provincial.

Si bien un encuentro de conciliación entre las partes, mediado por el gobierno provincial, había generado una breve tregua, el conflicto reavivó recientemente, poniendo en riesgo la estabilidad social del lugar.

Las tensiones se originan principalmente en la distribución de tierras remanentes de los lotes 14 y 55, adjudicados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Este proceso ha generado disputas territoriales y agravado las presiones socioeconómicas en ambas comunidades.

El rechazo a la negociación por parte de Saúl Pérez, dirigente indígena, reflejó la complejidad del conflicto.

No estoy de acuerdo si hacemos la reunión con la criollada, declaró Pérez, expresando la postura de sectores indígenas que no ven viable un arreglo pacífico con los criollos.

El rechazo a una familia criolla que intentó ingresar materiales de construcción a su vivienda, sumó más combustible al fuego de la tensión.

Ante este escenario, las fuerzas policiales han intensificado sus operativos en la zona, realizando patrullajes, controles en locales comerciales y entrevistas vecinales para intentar restaurar el orden público.

Infantería patrulla las calles y controla en locales comerciales de expendio de bebidas alcohólicas, controles vehiculares en los accesos a fin de evitar la comisión de delitos y contravenciones, informó un comunicado oficial.

La Policía Comunitaria también trabaja con referentes de ambas comunidades para promover la paz social y la convivencia armónica, pero el desafío se presenta complejo.

La herida histórica y las necesidades socioeconómicas profundas generan un caldo de cultivo para la violencia y la desconfianza.

Las consecuencias de este conflicto se extienden más allá del ámbito local, generando preocupación en las esferas políticas y sociales del país.

La falta de diálogo y la persistente tensión amenazan con escalar el conflicto, poniendo en riesgo no solo el bienestar de las comunidades involucradas, sino también la estabilidad regional.