El oxígeno (O), elemento químico con número atómico 8, se erige como un componente fundamental para la vida tal como la conocemos.

Abundante en la Tierra y en el universo, este gas incoloro, inodoro e insípido, representa más del 21% de la atmósfera terrestre y juega un papel crucial en la respiración de la mayoría de los organismos aerobios.

Su historia se remonta a millones de años atrás, cuando las cianobacterias, microorganismos pioneros, comenzaron a producir oxígeno como subproducto de su metabolismo, transformando drásticamente la composición atmosférica del planeta.

Si bien el oxígeno es esencial para la vida, su exceso puede convertirse en una amenaza.En altas concentraciones, el oxígeno se vuelve tóxico debido a su alta capacidad oxidante, explica el Dr. Juan Pérez, especialista en medicina respiratoria.

La exposición prolongada a niveles elevados de oxígeno puede provocar náuseas, mareos, convulsiones y daños pulmonares.

El ozono (O3), una forma alterna del oxígeno, también presenta riesgos para la salud al irritar las vías respiratorias y empeorar enfermedades como el asma.

El oxígeno se utiliza también en medicina para tratar diversas afecciones a través de la oxigenoterapia.

Se emplea en casos de quemaduras, heridas graves, infecciones y problemas respiratorios, indica la Dra.

María García, especialista en terapia intensiva.La administración de oxígeno adicional puede ser vital para pacientes con dificultades para respirar o que han sufrido intoxicación por monóxido de carbono.

De su importancia biológica, el oxígeno juega un papel crucial en la protección del planeta.

En la estratosfera, el ozono forma una capa protectora que absorbe la radiación ultravioleta del sol, salvaguardando la vida terrestre de sus efectos dañinos.

El equilibrio entre los beneficios y los peligros del oxígeno nos recuerda la fragilidad del ecosistema y la necesidad de protegerlo.