Durante siglos, el enigma de por qué objetos de diferente peso caen a diferentes velocidades ha fascinado a pensadores y científicos.
Aristóteles, en el siglo IV a.C., propuso una teoría basada en la idea de que los objetos más pesados caían más rápido debido a su mayor impulso.
Esta creencia, arraigada durante milenios, desafió el pensamiento científico hasta el siglo XVII, cuando Galileo Galilei, con sus experimentos rigurosos y observaciones detalladas, planteó una nueva visión: todos los objetos caen a la misma velocidad en ausencia de aire.
Galileo comprendió que la resistencia del aire era la clave para explicar las diferencias en la caída de los objetos, comenta un experto en física.
Su trabajo sentó las bases para nuestra comprensión moderna de la gravedad.
La idea de Galileo, aunque revolucionaria, enfrentó resistencia debido a la profunda influencia de la teoría aristotélica.
No fue hasta el experimento realizado por el astronauta David Scott durante la misión Apolo 15 en la Luna que se confirmó definitivamente la teoría de Galileo.
En un entorno sin atmósfera, donde la resistencia del aire no interfiere, una pluma y un martillo caen simultáneamente, demostrando que la aceleración debida a la gravedad es constante para todos los objetos, independientemente de su masa.
El experimento en la Luna fue un momento histórico, afirma un historiador científico.No solo confirmó las teorías de Galileo, sino que también marcó una nueva era en nuestra comprensión del universo.
La imagen icónica de la pluma y el martillo cayendo juntos en la Luna se convirtió en un símbolo poderoso del poder de la ciencia para desafiar los dogmas establecidos y revelar la verdad universal.