Un nuevo informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) revela una paradoja: mientras China, líder mundial en energías renovables, impulsa su transición energética, el consumo global de carbón alcanza su punto máximo histórico con 8.770 millones de toneladas.

Esta cifra se ve impulsada por un aumento significativo en la demanda eléctrica debido a la electrificación del transporte, la calefacción y el crecimiento de sectores como los centros de datos.

La demanda de carbón ha experimentado un repunte inesperado en 2024, principalmente debido a las necesidades energéticas emergentes, afirma el informe de la AIE. Este aumento se observa especialmente en China, que aunque está diversificando su matriz energética hacia fuentes renovables y nucleares, aún mantiene una dependencia considerable del carbón.

El gigante asiático ha reducido drásticamente los permisos para nuevas plantas de carbón, con un descenso del 80% en la primera mitad del año.

Asimismo, se espera una disminución del 20% en las emisiones de estas nuevas construcciones para 2027.

El informe advierte que la demanda podría alcanzar los 140 millones de toneladas ese mismo año, dependiendo del desarrollo de las energías renovables.

A pesar de esta paradoja, la AIE pronostica una estabilización gradual en la demanda de carbón hacia 2027.

Las políticas nacionales y el avance en otras fuentes de energía jugarán un papel fundamental en este proceso, señala el informe.

Ejemplos como Reino Unido, que cerró su última planta de carbón este mismo año, demuestran que la transición energética es posible.

En el caso de España, el cierre anticipado de las centrales térmicas de carbón para 2025 refleja su éxito en la integración de las energías renovables.

La producción de energía a partir del carbón no superó el 1% en 2024.

La investigación de la AIE destaca el papel fundamental que Asia desempeña en el futuro del carbón.

China, India y Vietnam serán los principales importadores, mientras que Indonesia y Australia mantendrán su liderazgo como exportadores.

Este panorama complejo muestra cómo la transición energética es un proceso gradual con desafíos y oportunidades.

La combinación de políticas nacionales efectivas, inversiones en nuevas tecnologías y el compromiso global son elementos esenciales para lograr una matriz energética sostenible a largo plazo.