Las lluvias de estrellas, espectáculos celestes que han cautivado a la humanidad por siglos, representan una danza épica entre el espacio y la Tierra.

Estos destellos fugazes en el cielo nocturno, conocidos como meteoros, son en realidad pequeños fragmentos rocosos que se queman al atravesar la atmósfera terrestre.

Las lluvias de estrellas son un recordatorio constante de la inmensidad del cosmos y la fragilidad de nuestro planeta, afirma el Dr. Carlos Martínez, astrónomo especialista en meteorología espacial.

Cada meteorito es una historia milenaria, un viajero espacial que nos habla del origen del sistema solar.

La comunidad científica ha establecido que la mayoría de las lluvias de estrellas tienen su origen en cometas helados.

Cuando estos cuerpos celestes se acercan al Sol, el calor provoca la sublimación del hielo superficial, liberando una estela de polvo y partículas rocosas a lo largo de su órbita.

En ocasiones, la Tierra cruza estas corrientes estruendosas, provocando un espectáculo visual impresionante al quemarse los meteoritos al entrar en nuestra atmósfera.

Es como si el cometa dejara un rastro de migajas a su paso, explica la Dra.María González, astrofísica del Observatorio Nacional de Astronomía.

Y cuando la Tierra atraviesa ese camino, vemos los fragmentos incandescentes.

Existen excepciones a esta regla general.

Algunas lluvias de estrellas, como las Gemínidas, se originan en asteroides. El origen de estas lluvias sigue siendo un misterio para los científicos, aunque una teoría postula que provienen del cuerpo rocoso 3200 Phaethon, que podría ser el remanente de un cometa fragmentado.

Las lluvias de estrellas no solo son un espectáculo visual asombroso, también tienen un impacto emocional profundo en quienes las presencian.

Son un recordatorio de la conexión entre la Tierra y el cosmos, una danza ancestral entre el cielo y la humanidad.