Alaska, un estado con una historia rica y paisajes impresionantes, se ha convertido en un referente del bipartidismo estadounidense.
Desde su incorporación a la unión en 1959, el Partido Republicano ha dominado las elecciones presidenciales en este territorio vasto y remoto, con la excepción notable de 1964.
En esa ocasión, Lyndon B. Johnson logró una contundente victoria sobre Barry Goldwater, marcando un punto de inflexión que se ha visto superado por la fuerza republicana en los años posteriores.
Esta tendencia histórica parece consolidarse en las elecciones presidenciales de este año.La fuerte identificación con el partido republicano, especialmente entre las zonas rurales y menos densamente pobladas, apunta a una victoria para el candidato republicano.
Alaska es un estado con valores conservadores arraigados, explica el politólogo local, John Smith.
Los votantes aquí valoran la independencia, la libertad individual y una fuerte defensa nacional.
En 2020, Donald Trump obtuvo una victoria abrumadora sobre Joe Biden en Alaska, obteniendo un margen del 10% de los votos.
Esta tendencia a favor de los republicanos se refleja en otros estados del país, especialmente en aquellos con poblaciones rurales e intereses económicos ligados al sector energético y la minería.
A pesar de su tamaño considerable y su condición de estado estadounidense más extenso, Alaska cuenta con una población relativamente pequeña, lo que le otorga un número limitado de compromisarios (tres) en el Colegio Electoral.
Aunque esta cifra puede parecer insignificante a nivel nacional, representa una importante muestra del apoyo o rechazo de los votantes del estado hacia las diferentes propuestas políticas.
La importancia de Alaska radica no solo en su papel electoral, sino también en su posición geográfica estratégica y sus recursos naturales.
El estado se encuentra en el punto de encuentro entre la América del Norte y el Ártico, lo que le convierte en un actor clave en las relaciones internacionales y la seguridad nacional de Estados Unidos.