Un reciente estudio ha desatado la alarma al detectar la presencia de metales pesados como arsénico, plomo y cadmio en tampones de diversas marcas.
La investigación, llevada a cabo por un equipo multidisciplinar de universidades de renombre, analizó muestras de diferentes tipos de tampones y reveló una preocupante concentración de estos elementos químicos potencialmente dañinos para la salud femenina.
Los resultados son alarmantes, afirma la doctora Ana Martínez, investigadora principal del estudio.
La piel vaginal es altamente permeable y la absorción de estos metales puede tener consecuencias graves para el sistema hormonal, la salud reproductiva y el bienestar general.
El estudio destaca que los tampones no orgánicos presentan mayores concentraciones de plomo, mientras que los orgánicos contienen niveles más altos de arsénico.
Estas sustancias pueden provenir de diversos factores durante el proceso de fabricación, como la contaminación del agua utilizada o la absorción por parte del algodón y el rayón durante su cultivo y procesamiento.
Existe la posibilidad de que algunos metales se añadan intencionalmente durante la producción para controlar olores o mejorar la textura, añade la doctora Martínez.
Esto aumenta aún más el riesgo para las consumidoras.
La acumulación de estos metales pesados en el organismo puede desencadenar una serie de problemas de salud, incluyendo alteraciones hormonales, fertilidad disminuida, problemas dermatológicos y daño a órganos vitales.
El estudio coincide con la creciente preocupación por la presencia de contaminantes en productos cotidianos destinados al uso femenino.
Anteriormente se habían detectado sustancias químicas tóxicas como PFAS, ftalatos y bisfenoles en otros productos menstruales.
Ante este panorama, los expertos recomiendan limitar el tiempo de uso de los tampones a ocho horas como máximo, optar por marcas certificadas con pruebas de seguridad y explorar alternativas más seguras como copas menstruales, toallas sanitarias orgánicas o bragas reutilizables.