El noroeste de Siria se ha convertido en un escenario de horror tras cinco días de intensos enfrentamientos entre facciones islamistas respaldadas por Turquía y el ejército sirio, apoyado por Rusia.

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), organismo reconocido por su amplia red de colaboradores en el territorio sirio, cifra en más de 400 los muertos, incluyendo 44 civiles, entre ellos siete niños y cuatro mujeres.

Las cifras son aterradoras y demuestran la brutalidad de esta escalada de violencia, afirma Rami Abdelrahman, director del OSDH. La población civil está atrapada en medio de un conflicto que no tiene fin.

Los combates han sido especialmente intensos en Idlib, principal bastión opositor al régimen de Bashar al-Asad, y en la provincia de Alepo, donde las facciones islamistas lograron penetrar la ciudad homónima hace dos días.

El ejército sirio, con el apoyo aéreo ruso, ha intensificado los bombardeos contra Idlib y Alepo para repeler el avance de los insurgentes.

La violencia se ha cobrado un alto precio entre las tropas gubernamentales, con 137 soldados muertos, incluyendo cuatro oficiales, según cifras del OSDH. Además, 219 miembros del Organismo de Liberación del Levante (OL), grupo islamista que lidera la coalición rebelde, han perdido la vida en los combates.

Esta situación humanitaria es crítica, advierte un portavoz de la Cruz Roja Internacional, las instalaciones médicas están sobrepasadas y hay escasez de recursos básicos.

La organización ha alertado sobre el riesgo de una nueva ola de desplazados internos si la violencia continúa.

El conflicto en Siria sigue cobrando vidas a pesar de los esfuerzos diplomáticos para alcanzar una solución pacífica.

La escalada de violencia en Idlib y Alepo representa un grave retroceso en el proceso de paz y aumenta las preocupaciones por el impacto devastador que tendrá en la población civil.