El Mercado San Miguel, otrora pulmón comercial de la ciudad, se encuentra sumido en una profunda crisis tras el devastador incendio que lo azotó.
Si bien algunos puestos han logrado reabrir sus puertas, la realidad es sombría, marcada por la precariedad, la falta de servicios básicos y la incertidumbre sobre su futuro.
La situación es crítica, afirma un comerciante que lleva décadas trabajando en el mercado.No solo sufrimos las pérdidas materiales del incendio, sino también la caída drástica en las ventas, agravada por la falta de servicios esenciales como gas natural y electricidad.
La realidad de muchos puestos se resume a una lucha diaria por sobrevivir.
La ausencia de luz eléctrica es un problema recurrente que afecta especialmente a los negocios que dependen de refrigeración para sus productos.
Para mantener las heladeras funcionando, necesitamos hasta 20 litros de combustible diario, relata un comerciante de electrónica.
Y el alquiler del local, que ya se nos cobró, supera un millón de pesos.La precariedad se extiende a la calle, donde algunos puesteros, ante la falta de alternativas, han tenido que trasladar sus puestos al exterior.
Los pocos clientes que entran al San Miguel se quedan con los ojos abiertos por las pocas opciones disponibles, comenta una vendedora de frutas y verduras.
No tenemos certeza de cuándo volveremos a tener un lugar estable para trabajar, ni siquiera sabemos si el mercado volverá a ser como antes.
Las pérdidas sufridas por los comerciantes son incalculables, tanto materiales como emocionales.La incertidumbre sobre su futuro se convierte en un peso invisible que amenaza con aplastarlos.
Todo nuestro capital se quemó en el incendio, relata una comerciante con la voz temblorosa.No tenemos qué vender en la calle, y las pocas ventas que hacemos no nos permiten recuperar lo perdido.
El clima inestable, con días de lluvia que obligan a cerrar los puestos, agrava aún más su situación.
La situación del Mercado San Miguel se erige como un reflejo del profundo malestar social que atraviesa el país.
El abandono por parte de las autoridades y la falta de apoyo para los comerciantes se convierten en un síntoma de una sociedad que necesita urgentemente reconstruirse desde sus bases.