El Informe Mundial de la Felicidad 2025 ha revelado, una vez más, que Finlandia se consolida como el país más feliz del mundo por octavo año consecutivo.
Este logro, enmarcado dentro de un panorama donde los países nórdicos dominan consistentemente la clasificación, subraya una realidad compleja: la felicidad trasciende la mera prosperidad económica y se arraiga en factores sociales y emocionales profundamente interconectados.
Dinamarca, Islandia y Suecia completan el top cuatro, demostrando la prevalencia de un modelo de bienestar distintivo en esta región del planeta.
La metodología del informe, elaborado por el Centro de Investigación del Bienestar de la Universidad de Oxford en colaboración con Gallup y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se basa en encuestas a nivel global que evalúan la percepción individual de la propia vida.
Estos datos son luego ponderados considerando variables como el Producto Interno Bruto per cápita, la esperanza de vida saludable, la presencia de apoyo social, la sensación de libertad y los niveles percibidos de corrupción.
La felicidad no se define únicamente por la riqueza o el crecimiento económico; es un reflejo de la confianza interpersonal, la solidez de las conexiones sociales y la seguridad de contar con el respaldo de los demás, explica Jon Clifton, director ejecutivo de Gallup.
Para construir comunidades y economías más resilientes, debemos priorizar la inversión en estas relaciones humanas fundamentales.
El estudio revela que factores aparentemente sencillos como compartir comidas, tener una red de apoyo social sólida e incluso el tamaño del hogar ejercen una influencia significativa en los niveles de bienestar percibidos.
En culturas como la mexicana y la europea, por ejemplo, se observa una correlación positiva entre hogares con cuatro o cinco miembros y una mayor satisfacción vital.
Un hallazgo particularmente revelador es la estrecha relación entre la creencia en la bondad ajena y el bienestar individual.
La disposición a devolver una billetera perdida, un indicador tangible de confianza social, emerge como un fuerte predictor de la felicidad general de una población.
Los países nórdicos destacan en este aspecto, tanto por las expectativas de devolución como por los índices reales.
La evidencia global sugiere que tendemos a subestimar la amabilidad y la honestidad dentro de nuestras comunidades, señala el informe.
Las tasas de devolución de objetos perdidos son aproximadamente el doble de lo que se espera, lo que indica una percepción errónea sobre la naturaleza humana.
Si bien los países europeos predominan en el top 20 del ranking, Israel logra mantenerse en un honorable octavo lugar a pesar del contexto geopolítico complejo.
Costa Rica y México irrumpen con fuerza en el top 10, ocupando el sexto y décimo puesto respectivamente, reflejando una creciente conciencia sobre la importancia de factores no económicos para el bienestar.
El panorama global no es homogéneo.Estados Unidos experimenta un descenso histórico, situándose en el puesto número 24, lo que refleja una erosión del bienestar social.
El informe señala un aumento significativo del 53% en el número de personas que cenan solas en las últimas dos décadas, un indicador preocupante de la fragmentación social.
China, por su parte, se ubica en el puesto 68, mientras que el Reino Unido reporta su evaluación de vida promedio más baja desde 2017.
En el extremo opuesto del ranking, Afganistán continúa siendo el país menos feliz del mundo, con una situación especialmente precaria para las mujeres afganas.
Sierra Leona y Líbano completan el trío de naciones con los niveles de bienestar más bajos.
Un dato alarmante es la creciente prevalencia de la soledad entre los jóvenes: en 2023, un 19% de los adultos jóvenes a nivel mundial declararon no contar con una red de apoyo social, lo que supone un incremento del 39% desde 2006.
El Informe Mundial de la Felicidad 2025 sirve como un llamado urgente a reevaluar las prioridades sociales y económicas, enfatizando la importancia de fomentar la confianza, fortalecer los vínculos comunitarios y promover una cultura de generosidad y apoyo mutuo para construir sociedades más felices y resilientes.