Hace apenas unos días, Pepe Mujica —quien nos enseñó con su humildad y sencillez— falleció. Hoy su último deseo cobra vida: ser incinerado y que sus cenizas descansen junto a su fiel compañera, bajo las raíces del centenario árbol secuoya de su querida chacra.
Manuela no fue solo una mascota. Fue su sombra, su compañera, su amiga leal durante más de 22 años.
Con una patita menos pero con el corazón lleno, Manuela acompañó a Pepe Mujica y a Lucía en cada paso de la vida. Aquella perrita que se volvió símbolo de ternura y sencillez en Uruguay, había sufrido un accidente con un tractor y, más tarde, un ataque de otro perro obligó a amputarle una de sus patas delanteras. Pero ni el dolor ni las heridas la alejaron de su lugar: al lado de Pepe, siempre.
En 2018, Manuela falleció. Fue enterrada al pie de ese mismo secuoya, donde tantas veces jugó y descansó.
Hoy, el susurro del viento entre las agujas del secuoya acogerá sus cenizas: porque hay amores que no terminan con la muerte… solo se transforman.
Una historia real, sencilla y profunda. De esas que nos recuerdan lo que verdaderamente importa.