
'Los noventa dejaron muy alta la vara del esperpento en la Argentina'
Eisler nació en Buenos Aires en 1979. Es politólogo y periodista. Trabaja en Tiempo Argentino desde 2010 y en La Política Online desde 2017. ' El dealer, el bailarín y alguien que pasaba' es la primera novela de el periodista Nicolás Eisler, quien eligió para su debut en la narrativa una historia de policías negros contada a tres voces, que tiene como escenario los personajes y lugares más emblemáticos de la década menemista.
Las historias entrelazadas de Renán, Kristina y Alfredo cuentan mucho sobre ellos mismos, pero también sobre la época en la que se divertían, hacían negocios y luchaban por salvar la vida en viajes que los llevaban por los livings de las estrellas de la televisión, el mayor actor de la de todos los tiempos y una serie de personajes emblemáticos de los noventa.
Palo y pala. Palermo Hollywood y 11-1-14. Bratvá y narcos peruanos. Corralito y jet set de los noventa. Éxtasis y porros. Chau, padre de Juan Damonte, sus padres putativos.También, ensayo pseudo sociológico y cartografía de bolos de la Capital Federal en los años 2000 y flashbacks a los años noventa: de Niceto a la ciudad de Nueva York, sin olvidar El Cielo, Coyote y algún club de Once donde cada disparo es celebrado como un gol de Teófilo Cubillas. Ruido blanco', describe Nicolás Recoaro en la contraportada.
Eisler (1979) nació en Buenos Aires. Es politólogo (UBA), periodista (San Andrés-Clarín) y cubre la política porteña en Tiempo Argentino desde 2010 y en La Política Online desde 2017. Se formó en el taller de escritura de Ariel Idez y 'El repartidor, la bailarina' . y alguien que pasaba ' es su primera novela.
Sobre la obra narrativa publicada por Larría Ediciones y la época en la que eligió ubicar la historia, el autor conversó con Télam.
-Nicolás, ¿qué aporta a la novela tu trabajo como periodista?
-Llevo casi 15 años trabajando en gráfica y escribo todos los días. No diría que la política argentina es literatura, pero el trabajo me dio una forma y un método para contar cosas diferentes. Me ayuda a ver curiosidades o gestos que le pasan a una persona. lado del escenario en un acto político o en una sesión de la Legislatura, cuestiones que no son centrales en una noticia pero que ayudan a hacerla más entretenida, a suavizarla un poco.
-¿Por qué elegiste los 90 como escenario?
-Mi adolescencia transcurrió en esa década y es una época que está muy presente en mi cabeza. Creo que esa época puso el listón de lo grotesco muy alto en la Argentina. Fueron momentos de fiesta, excesos y decadencia que vistos un poco de lejos pueden ser atractivos para recordarlos. Farándula siempre existió pero con el menemismo se comió al resto de la sociedad. Además, creo que es un territorio poco explorado. y eso también juega a su favor. La impunidad que da la ficción ayuda, en la medida en que puedo construir hechos a partir de rumores y chismes que he ido escuchando a lo largo de mi vida.
-¿Cómo trabajaste el ritmo vertiginoso que no decae?
-Por ser mi primera novela, me parecía casi una obligación tener al lector atrapado desde las primeras páginas. Mi esperanza era que quien cogiera el libro no pudiera soltarlo hasta saber el final, quizás por eso tiene un estilo bastante directo que encadena acciones sin parar.
-¿Quién es Renán, ese personaje solitario y nerd que se ve envuelto en una extraordinaria aventura? ¿Algún tipo de antihéroe?
-Renán es un chico X, como un oficinista, que de un día para otro se ve envuelto en una trama policial. Tiene que intentar reconstruir una noche de fiesta de la que no recuerda mucho y arriesga su vida en eso. Creo que Renán podría ser cualquiera que haya intentado 'meterse' de noche sin mucha suerte, hasta que le pasa algo. Es un experimento: alguien bastante inocente e ingenuo que de repente tiene acceso a un mundo de celebridades, dinero y mierda que muy pocos pueden asomarse.
-¿Es 'El traficante...' del propio título una enumeración por personajes arquetípicos de los 90?
-Creo que sí, sobre todo el traficante. No digo que fuera uno de la mesa familiar, pero en ese momento era uno de los jefes de la bolera. Uno de los más buscados. Quizá la estrella fuera el disc jockey, pero allí estaba el dealer, al lado del PR. Los años '80 y '90 son un momento fuerte de expansión de la cocaína en América Latina y las discotecas son un poco el epicentro de ese movimiento. Creo que más allá de toda la demonización, hay un aspecto 'cultural' de la droga que está en gran parte inexplorado.
-¿Registrarías tu 'nouvelle' dentro del realismo sucio, en la policía negra?
-Creo que sería un policía negro, sobre todo con Kristina, una de las protagonistas, en el lugar del clásico detective. Tal vez sea una Philip Marlowe del subdesarrollo. Ella es quien trata de desentrañar la noche misteriosa de Renán, aunque no es para ella ser tan misteriosa.
-Además de una época, tu novela cuenta un lugar, es un viaje por Buenos Aires desde Recoleta hasta Once o el barrio 11-14, ¿cómo documentaste esa ciudad de los 90?
-Tuve que hacer mucho trabajo de archivo y busqué hablar con algunos protagonistas. Esa fue una parte. La otra tenía que ver con reconstruir y novelar anécdotas que iban dando vueltas. Los 90 son las discotecas Costanera, Recoleta y Los Arcos de Palermo, pero también tienen un lado mucho menos glamuroso y más enrevesado. En la década de 1990, el número de habitantes de los barrios populares se duplicó y triplicó en muchas zonas del área metropolitana. Intenté que esa parte también estuviera presente en el libro, aunque no de forma caricaturesca.
-¿Es Alfredo Gutiérrez Luro Pueyrredón -un patricio abatido que se convierte en marchante, amigo de famosos- el símbolo de los 90?
-Creo que sí. El 1 a 1 fue especialmente encarnizado con la industria y con el campo. Hay miles de historias de familias conchetas que se desperdiciaron entre la hiperactividad y principios de los '90. Alfredo es de los que repiten ese parámetro. Child Well de una familia patricia que de repente se queda sin nada y hace lo que sea por retomar y mantener su antiguo nivel de vida.