
Del derrocamiento de Perón a la Noche de los Lápices
En septiembre ocurrieron hechos importantes y otros verdaderamente desastrosos para la historia de Argentina, como el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen (06/09/30) y el golpe militar contra Juan Domingo Perón (16/09/55) que buscaba poner fin a aquel proceso iniciado el 17 de octubre de 1945.
Muchos intelectuales y periodistas parecen tener fallos de memoria porque cuando hablan del golpe del 55 omiten lo ocurrido inmediatamente después de ese lamentable hecho: la proscripción del movimiento político mayoritario y el consecuente exilio de Perón. Y, tiempo después, episodios trágicos como los fusilamientos del 9 y 10 de junio de 1956 y las numerosas medidas de persecución que se lanzaron contra el movimiento popular.
Aquel desastroso 16 de septiembre abrió un período de 18 años de falsa democracia. Suele sorprender cómo algunos políticos o intelectuales omiten cualquier referencia que pueda ser crítica ante acontecimientos de este tipo, que fueron promovidos para cerrar el camino al movimiento popular y sus transformaciones. .
Saltando en el tiempo, la última dictadura también tuvo otro 16 de septiembre, desastroso y terrible, que pasó a la historia como La Noche de los Lápices.
(CRÉDITOS: Producción general: Lorena Vazquez-Edición de sonido: Alejandro Sanz - Grabación: Soledad Zunino-Locución: Fabiana García-Portada: Kevin Liendo)
En La Plata hubo un movimiento de estudiantes secundarios que fue víctima de una feroz represión. Eran siete, cinco hombres y dos mujeres, que tenían entre 17 y 18 años, lo que es imprescindible recordar.
María Claudia Falcone y María Clara Ciocini, del Instituto de Bellas Artes, fueron las niñas secuestradas y luego desaparecidas. Sus nombres pasaron a la lista de los condenados, es decir, de aquellos argentinos no registrados en la historia que comúnmente ocurre en los institutos. enseñando.
Los mismos malditos que Arturo Jauretche reivindicó como los que habían hecho la Patria y, pese a ello, fueron discriminados y eliminados de la historia argentina.
En esa misma lista también estaban los chinos de la Normal Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, Claudio de Acha y Francisco López Muntaner. Y Pablo Díaz, que luego se convirtió en el único que escapó de la represión.
Todos ellos fueron secuestrados en un campo de concentración organizado por las Fuerzas Armadas, acusados del tremendo pecado de defender el billete estudiantil.
Ya en la época del primer peronismo se habían establecido los beneficios del boleto estudiantil para los estudiantes de primaria y, con el paso de los años, ese derecho se fue extendiendo a los estudiantes de secundaria.
Pero la dictadura iniciada el 24 de marzo de 1976 decidió borrar esos derechos populares, lo que derivó en el secuestro y desaparición de los estudiantes que alzaron su voz en protesta. Hubo niños encarcelados, torturados y encerrados durante días enteros con los ojos vendados y sin ningún contacto.
Fue una tremenda represión que llevaron a cabo figuras que pasaron a la historia como las más desastrosas de la historia militar, entre ellos el jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Ramón Camps, el gobernador bonaerense Ibérico Saint-Jean, el el médico Jorge Bergés y Miguel Etchecolatz, otro de los responsables de las torturas, violaciones y desapariciones.
Ante esta siniestra tragedia, hubo silencio y complicidad por parte de un sector de la Iglesia, con Monseñor Antonio Plaza, quienes no tomaron las actitudes adecuadas de denuncia y rechazo a las atrocidades que se estaban cometiendo.
Volviendo al relato de La Noche de los Lápices, es necesario recordar que el único pecado que habían cometido aquellos muchachos fue pertenecer a la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y repartir panfletos en las calles en defensa del billete estudiantil.
Seis de ellos procedían del peronismo y uno de la Juventud Guevarista.
Pero todos ellos fueron un ejemplo de militancia, un detalle clave que no debemos olvidar a pesar de que hoy los negacionistas intentan mostrarse como defensores de la libertad, olvidando y rechazando hechos que eran evidentes.
No hay posibilidad de futuro si se niegan los hechos fundamentales del pasado.
Y entre esos hechos está esta tragedia del boleto estudiantil, esta tremenda y feroz represión por parte de los sectores reaccionarios de las Fuerzas Armadas.
En ese sentido, es necesario reflexionar sobre nuestra historia, el pasado de una Argentina que fue semicolonial hasta el año 45, que tuvo una falsa democracia a partir de 1955, que vivió con 18 años de prohibición y que luego tuvo períodos de el cual el campo popular logró recuperar sus derechos.
Porque la única manera de construir un futuro que tenga sentido es no negar lo evidente ni reconocer quiénes han sido los protagonistas de una barbarie cometida en nombre de la civilización y la democracia, como por supuesto lo entienden algunos sectores.
Sus posiciones nada tienen que ver con la verdadera democracia, con los derechos humanos o con las posibilidades de desarrollo de una Argentina libre, en una América Latina que ocupa un lugar cada vez más importante.