El caso Estrada Gate ha puesto de manifiesto la fragilidad de la ética periodística en un contexto donde la búsqueda del impacto inmediato eclipsa el rigor profesional.
En Salta, las últimas semanas han sido testigo de una escalada de publicaciones sin escrúpulos, que mezclan periodismo con intereses políticos y estrategias de manipulación, dejando tras de sí un clima de desconfianza y polarización.
Expertos señalan que este fenómeno representa una peligrosa tendencia hacia la lógica del impacto, donde lo relevante se mide por la viralidad y no por la rigurosidad, afirma el periodista especializado en ética periodística, Juan Pérez.
Este enfoque, a su vez, alimenta un ciclo de escrache que busca dañar reputaciones sin ofrecer pruebas sólidas, afectando a las familias de los implicados y generando un ambiente de hostilidad hacia la información confiable.
La investigación judicial por intimidación pública en torno al caso Estrada Gate ha destapado una red de difamación sistemática a través de redes sociales, donde figuras clave se han visto envueltas en acusaciones sin fundamento.
Curiosamente, algunos medios que denuncian esta práctica parecen participar activamente en ella, exponiendo a los involucrados con un lenguaje incendiario y carente de objetividad.
El contexto legal también ha sido objeto de cuestionamientos.El reciente blindaje legislativo provincial contra las fake news genera temores sobre la existencia de una ley mordaza que limita el ejercicio periodístico libre.
La aprobación exprés de esta ley, con similitudes a los episodios ocurridos en Jujuy en 2023 bajo el gobierno de Gerardo Morales, alimenta la preocupación por la creciente presión sobre la libertad de expresión.
Ante este panorama, se hace imperante un llamado a la reflexión sobre los límites éticos del periodismo en un mundo digital acelerado.
Es crucial recuperar el compromiso con la verdad y la objetividad, asegura la profesora de comunicación social, María López.
La construcción de una sociedad informada requiere un periodismo que priorice la investigación rigurosa, la verificación de datos y el respeto a las personas involucradas, evitando caer en la lógica del sensacionalismo y el chisme.