La tregua entre Israel y Hamás, establecida este domingo tras un sangriento conflicto que ha costado la vida a miles de personas, trae consigo una luz de esperanza para las familias de los rehenes israelíes secuestrados hace más de 470 días.
Or Levy, hermano del activista Michael Levy, forma parte de esta lista y su regreso a casa se perfila como una realidad inminente, aunque con un aura de incertidumbre que aún persiste.
Tratamos de aguantar de alguna manera, intentamos mantener el optimismo, confiesa Michael al diario 20minutos sobre la situación familiar.
La liberación de Or se enmarcaría en la primera fase del acuerdo, que contempla la entrega gradual de rehenes durante seis semanas.
No obstante, la fecha exacta de su regreso sigue siendo incierta, alimentando una mezcla de expectación y ansiedad.
La familia Levy ha vivido un infierno durante estos meses, marcada por la angustia constante y el miedo a lo desconocido.
No hemos hecho lo suficiente, lamenta Michael, quien se ha dedicado incansablemente a la búsqueda de su hermano y a concienciar al mundo sobre la situación de los rehenes.
El activista critica la falta de presión internacional hacia los países que financian a Hamás, como Qatar, Irán y Turquía, afirmando que esto ha contribuido a la prolongación del sufrimiento.
La liberación de Or no solo significará el reencuentro familiar, sino también un alivio para todas las familias que han soportado con valentía este período de incertidumbre.
Hemos pasado tantas horas y días juntos que se han convertido en mi familia, expresa Michael sobre la unidad que ha surgido entre los familiares de los rehenes, compartiendo su dolor y esperanza.
La paz en Oriente Medio sigue siendo un objetivo inalcanzable, pero la tregua representa una oportunidad para avanzar hacia una resolución pacífica del conflicto.
Igual soy demasiado optimista, pero espero que haya alguna manera de encontrar la forma de vivir en paz, afirma Michael con la convicción de que un futuro mejor es posible.
El dolor se refleja en cada detalle: el niño de tres años que pregunta por su padre y madre; las mujeres que añoran a sus maridos; los ancianos que esperan el regreso de sus hijos.
La guerra ha dejado cicatrices profundas, pero también ha despertado una llama de esperanza en el corazón de quienes luchan por un mañana más justo e igualitario para todos.