En un cuarto domingo de Adviento marcado por la precariedad sanitaria y los conflictos bélicos, el papa Francisco dirigió desde la Casa de Santa Marta un Ángelus cargado de mensajes de paz y esperanza.

A pesar de padecer un resfriado que le impidió presidir el rezo desde la plaza de San Pedro, el pontífice envió un mensaje contundente: Me encuentro mejor, pero se deben tomar precauciones.

Su voz resonó con una profunda preocupación por la situación mundial.Siento no estar hoy con vosotros en la plaza de San Pedro, expresó con pesar mientras pedía oraciones para que esta Navidad cese el fuego en todos los frentes de guerra del mundo.

Con nombres concretos como Tierra Santa, Gaza y Ucrania, describió la tragedia vivida por niños víctimas de bombardeos en escuelas e hospitales: Pienso en los niños acribillados, cuánta crueldad.

La necesidad de un alto al fuego se convirtió en un clamor urgente.Que callen las armas y resuenen los villancicos, proclamó Francisco, extendiendo su mirada a Mozambique, devastado por el ciclón Chido.

Sigue con preocupación las noticias que llegan desde ese país, añadió, apelando a el diálogo y la búsqueda del bien común apoyados por la fe.

En un gesto significativo de esperanza, el Papa bendijo las figuras del Niño Dios traídas por los fieles, especialmente niños, quienes llevarán estas estatuas a los pesebres de sus hogares.

Un gesto sencillo pero importante, destacó Francisco, invitando a ver en cada madre que lleva a su hijo un milagro de la vida.

No nos quedemos indiferentes ante su presencia, aprendamos a asombrarnos.Bendigamos a las madres y alabemos a Dios por el milagro de la vida porque ningún niño es un error.