Un terremoto político sacude Siria tras la anunciada salida de Bachar al Asad del país y su orden para una transferencia pacífica del poder.
La caída de Damasco, capital siria, a manos de las fuerzas rebeldes ha marcado un punto de inflexión en el conflicto armado que durante años ha devastado el territorio.
El Ministerio de Exteriores ruso confirmó la noticia, asegurando que al Asad, tras negociaciones con varios participantes del conflicto, decidió abandonar el cargo presidencial y dejar Siria.
El Kremlin, sin embargo, negó su participación en las conversaciones.
Al Asad está probablemente fuera de Siria, declaró Hakan Fidan, ministro de Exteriores turco, en una rueda de prensa en Doha.
Fidan mencionó la falta de comunicación entre Damasco y Ankara en los últimos días, a pesar de los esfuerzos turcos para advertir al régimen sobre su debilidad.
El ministro turco lamentó que el régimen no aprovechara el tiempo ganado tras el congelamiento del conflicto en 2016 gracias a los acuerdos de Astaná, donde Turquía, Rusia e Irán se unieron para buscar una solución pacífica.
Hubo un desmoronamiento lento y esto explica por qué Alepo cayó, así como las demás ciudades, casi sin que se disparase un tiro, lamentó Fidan.
Ahora, el ministro turco exige una coordinación entre todos los grupos en Siria para la reconstrucción del país, pero advierte sobre la vigilancia constante para evitar que grupos terroristas como el Daesh (Estado Islámico) o el PKK (Partido de Trabajadores de Kurdistán) se aprovechen de la situación.
Estamos en contacto con nuestros amigos norteamericanos, expresó Fidan, ellos saben lo sensibles que somos con el tema YPG-PKK y saben que reaccionaremos inmediatamente ante cualquier amenaza.
Este acontecimiento histórico tiene un profundo impacto emocional, dejando a Siria en una encrucijada incierta.
Los próximos días serán cruciales para determinar qué camino tomará la nación, y cómo se gestionará la transición de poder en un contexto marcado por tensiones regionales y la amenaza del terrorismo.