El nombre de Severo Ochoa resuena con fuerza en la historia de la biología molecular, gracias a su trabajo pionero en el desciframiento del código genético y su posterior reconocimiento con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1959.

Detrás de este éxito se encontraba Marianne Grunberg-Manago, una científica brillante cuya contribución al descubrimiento de la enzima polinucleótido fosforilasa ha sido históricamente eclipsada por el protagonismo masculino que imperaba en el mundo científico de la época.

Nacida en Rusia y educada en Francia, Grunberg-Manago demostró desde temprana edad una pasión innata por la ciencia.

A pesar de las limitaciones impuestas a las mujeres en ese contexto, se adentró en la bioquímica y finalmente colaboró con Ochoa en Nueva York, donde ambos realizaron investigaciones que transformarían nuestra comprensión de los ácidos nucleicos.

Marianne fue fundamental para el descubrimiento de la fosforilasa, afirma un experto en historia de la ciencia, quien prefiere mantenerse anónimo.

Su trabajo en laboratorio, su meticulosidad y su capacidad analítica fueron esenciales para lograr ese avance.

La polinucleótido fosforilasa se convirtió en una herramienta clave para comprender la síntesis de ácidos nucleicos y abrió las puertas al estudio del código genético.

A pesar de ser la primera autora del artículo que publicó este hallazgo en 1955 en el Journal of the American Chemical Society, Grunberg-Manago no recibió el reconocimiento público que merecía.

La invisibilidad de su contribución refleja una realidad tristemente común en la historia de la ciencia: la opresión y la discriminación hacia las mujeres brillantes que se atrevían a desafiar los roles tradicionales.

Su legado sirve como un recordatorio del trabajo silencioso realizado por muchas mujeres científicas que, a pesar de las adversidades, contribuyeron significativamente al avance del conocimiento.

Marianne fue una pionera, agrega el experto.No solo por su trabajo científico, sino también por su lucha incansable por la igualdad de género en la ciencia.

Grunberg-Manago ocupó cargos de liderazgo en organizaciones científicas y defendió activamente la inclusión de más mujeres en estos campos.

Su vida es un ejemplo inspirador de perseverancia, talento y compromiso con la justicia social.

La historia de Marianne Grunberg-Manago nos invita a reflexionar sobre la importancia de reconocer y valorar el trabajo de todas las personas que han contribuido al progreso científico, sin importar su género o cualquier otra condición.

Su legado sigue vivo en los laboratorios y en las mentes de quienes se dedican a investigar y comprender el mundo que nos rodea.