El indicador clave del riesgo país, que por primera vez en cinco años ha perforado los 1000 puntos básicos, se erige como una señal positiva para el futuro económico del país.
No sólo es observado por expertos financieros y quienes buscan inversiones, explica Marcelo Elizondo, especialista en comercio internacional y secretario general de la Cámara Argentina de Comercio CAC. Es fundamental para lograr financiamiento exterior para las importaciones y uno de los primeros puntos que se discuten en un acuerdo de exportaciones.
Durante años, el riesgo país argentino ha sido un obstáculo para las empresas que buscan operar a nivel internacional.
Un ejemplo claro es la experiencia de un empresario industrial del sector OilGas: Cuando el cliente tiene que pagar un anticipo y ve que el riesgo país argentino está por encima de los 2.000 puntos básicos, desconfía.
El máximo histórico se registró durante la breve gestión de Eduardo Duhalde, entre febrero de 2002 y mayo de 2003, tras la salida de la convertibilidad, alcanzando los 7.722 puntos.
Posteriormente, bajo la presidencia de Néstor Kirchner, el indicador se redujo gracias a la renegociación de la deuda externa y se mantuvo en niveles más bajos durante varios años.
La tendencia al alza volvió a tomar fuerza en las últimas décadas.
Actualmente, en comparación con países vecinos como Brasil (259 puntos), Perú (165 puntos) y Uruguay (122 puntos), la Argentina presenta una disparidad notable en el riesgo país, tanto en su valor nominal como en la duración del periodo de alta incertidumbre.
Esta situación afecta directamente al acceso a créditos para empresas que buscan financiamiento para operaciones comerciales internacionales.
Si una empresa privada solicita crédito para comercio exterior desde un país con alto riesgo, se le cobrará una tasa más alta porque se considera poco confiable, afirma Elizondo.
El indicador refleja la percepción del riesgo derivado del país de origen.
La reducción del riesgo país genera entusiasmo no solo en los operadores financieros que esperan el regreso de Argentina a los mercados internacionales en 2025, sino también en el sector productivo.
La mejora en este indicador, junto con otras señales como la desburocratización del comercio y una mayor apertura económica, se perciben como factores positivos para el clima empresarial.
No todos comparten esta visión optimista.En las reuniones de cúpulas empresariales, la necesidad de avanzar con una ley para las pequeñas y medianas empresas (PYMES) surge con fuerza, mientras que la preocupación por la caída en las ventas es un tema central.
Ahora todo está calmo, pero ¿qué pasará el próximo año cuando la cantidad de productos del exterior supere lo que producimos?, se pregunta un ejecutivo del sector automotriz.
La mirada externa también se vuelve crucial, y algunos empresarios expresan su apoyo al presidente Milei en su intento de llevar adelante las reformas económicas, con la esperanza de que sean exitosas.
A pesar del optimismo general, el sector PYME advierte sobre la combinación de una recesión persistente, caída en el consumo masivo y un aumento en las importaciones.
Esta situación amenaza con romper el equilibrio de rentabilidad, obligando a muchas empresas a operar a pérdida.
Si la situación se profundiza, podríamos ver una estampida de cierres, similar a la de los años 90, con una concentración de la oferta, advierte Daniel Rosato, titular de Industriales Pymes Argentinos (IPA).