En un contexto socioeconómico marcado por la precariedad y la incertidumbre, el acceso a alimentos básicos como la carne se ha convertido en un desafío para numerosas familias salteñas.

Si bien los valores de la hacienda y la carne vacuna han experimentado una disminución nominal en términos reales, esta tendencia no se traduce necesariamente en una menor presión sobre las finanzas domésticas.

La caída en los ingresos disponibles, consecuencia directa de la inflación persistente y el aumento del costo de vida, limita la capacidad de compra de muchos hogares, especialmente aquellos con menores recursos económicos.

Profesionales del sector alimentario coinciden en que, aunque la carne vacuna se encuentra en un rango de precios más accesible comparado con periodos anteriores, el impacto económico se percibe de manera desigual entre diferentes grupos sociales.

La situación actual es compleja, señala un experto en economía familiar, quien prefiere mantener su nombre en anonimato.

Si bien los precios nominales han retrocedido ligeramente, la inflación continúa erosionando el poder adquisitivo de las familias salteñas.

Esto significa que, para muchas personas, la carne sigue siendo un producto costoso y difícil de adquirir con frecuencia.

Para comprender mejor cómo se refleja esta realidad en el mercado local, Profesional realizó una investigación exhaustiva, recorriendo frigoríficos y carnicerías barriales de Salta con el objetivo de comparar los precios de diferentes cortes de carne.

Los resultados revelan que existe una variación significativa en la oferta y costos entre estos establecimientos.

Los grandes frigoríficos, generalmente ubicados en zonas comerciales o industriales, tienden a ofrecer precios más competitivos para cortes populares como la pulpa, la bola de lomo, la costilla especial, la carne molida y el vacío.

En promedio, estos cortes se encontraban disponibles en los frigoríficos entre 5.000 y 8.500 pesos.

Por otro lado, las carnicerías barriales, ubicadas generalmente dentro de barrios residenciales, presentan precios más elevados para la misma variedad de carne.

La investigación detectó un aumento promedio del 10% al 20% en comparación con los frigoríficos.

En algunos casos, cortes como el peceto, la cuadrada, la paleta, el vacío y el queperi se comercializaban a precios superiores a los 9.000 pesos.

El fenómeno de la reventa, común en establecimientos más pequeños, contribuye a la variación en los precios.

La lógica detrás de esta práctica se basa en la búsqueda de mayores ganancias por parte de los comerciantes, quienes aprovechan la demanda de productos básicos para elevar sus márgenes.

En el caso del cerdo, los precios también presentan variaciones significativas entre los diferentes establecimientos.

El matambre de cerdo, la costeleta de cerdo, la costilla de cerdo y la paleta de cerdo se encontraban disponibles en un rango de precios que oscilaba entre 4.400 y 9.000 pesos.

La situación actual genera una preocupación palpable entre los consumidores salteños, quienes buscan alternativas para hacer frente a las dificultades económicas.

Es cada vez más difícil acceder a la carne, comenta una consumidora al finalizar su compra en una carnicería barriales.

Hay que ser muy cuidadoso con el presupuesto y buscar opciones más accesibles.
La demanda de productos menos costosos como la carne molida o el asado económico, por ejemplo, ha aumentado considerablemente en los últimos meses.

La búsqueda de alternativas a cortes tradicionales se refleja también en el consumo de otras proteínas como el pollo o los huevos, que suelen ser más económicos.

Implicaciones para el sector y la economía local

El aumento de los precios de la carne vacuna y la disminución del poder adquisitivo de las familias salteñas generan un escenario complejo con implicaciones tanto para el sector cárnico como para la economía local en general.

Por un lado, la menor demanda de cortes tradicionales puede afectar negativamente las ganancias de los frigoríficos y carnicerías, especialmente aquellas que dependen principalmente de la venta de productos de mayor valor.

Esta situación podría traducirse en una reducción de empleos o incluso en el cierre de algunos establecimientos.

Por otro lado, la disminución del consumo de carne vacuna puede tener un impacto negativo en la producción ganadera regional.

La caída en la demanda puede presionar a los productores a reducir su inventario de ganado, lo que a su vez podría generar pérdidas económicas y afectar al sector agropecuario en general.

En el ámbito social, la incapacidad de acceder a alimentos nutritivos como la carne puede contribuir a problemas de salud pública, especialmente entre niños y adolescentes.

La falta de proteínas en la dieta puede repercutir en el desarrollo físico y cognitivo de los más pequeños, generando un círculo vicioso de pobreza y desigualdad.

Es crucial que las autoridades competentes implementen políticas públicas que permitan mitigar el impacto económico del acceso a alimentos básicos como la carne.

Fomentar la producción local de carne vacuna mediante incentivos para los ganaderos, así como la promoción de programas sociales para garantizar el acceso a alimentos nutritivos para las familias más vulnerables son medidas esenciales para enfrentar este desafío.