Nuestra comprensión de la luz ha evolucionado significativamente desde su tradicional asociación con la visión.
En las últimas décadas, se ha descubierto que la luz, independientemente de su función visual, ejerce una profunda influencia en nuestra salud física, psicológica y conductual.
Esta influencia se debe a que la luz es un estímulo multidimensional que afecta a los ritmos circadianos, el ciclo sueño-vigilia, las funciones cognitivas y el equilibrio neuroendocrino.
La composición e intensidad espectral de la luz, su duración y dinámica temporal, así como nuestra historia personal de exposición lumínica, son factores cruciales en esta interacción compleja.
La invención de la iluminación eléctrica ha alterado drásticamente nuestra relación con la luz natural.
El tiempo que pasamos en interiores durante el día y las horas de actividad nocturna han aumentado considerablemente.
La intensidad de la luz artificial es una fracción sustancialmente menor que la luz diurna, y su composición espectral difiere notablemente, especialmente en cuanto a la proporción de luz azul.
La luz azul: un regulador crucial del ciclo circadiano
Esta parte visible del espectro lumínico actúa como principal regulador de la melanopsina, un fotopigmento presente en el ojo.
La cantidad de luz azul que llega al cerebro informa sobre la hora del día y sincroniza las funciones corporales con el ciclo circadiano.
Las implicaciones para la salud y el bienestar son vastas, afirma el Dr. David Baeza Moyano, profesor del Grado en Óptica y Optometría y miembro del grupo de investigación ARIE de la Universidad CEU San Pablo.
Desde alteraciones del estado de ánimo y la vigilia hasta problemas de sueño y enfermedades más graves como cardiopatías y cáncer, la cronodisrupción, causada por una recepción inadecuada de luz, puede ser un factor determinante.
Un nuevo dosímtero para medir la calidad lumínica
En respuesta a este desafío, un proyecto internacional con participación de dieciséis entidades de diez países está desarrollando un innovador dosímetro capaz de calcular los Equivalent Daylight Illuminance o luxes melanópicos (EDI).
Este valor permitirá determinar si la luz recibida en interiores se aproxima al nivel óptimo que debería estar presente al aire libre en cada momento del día.
Por primera vez, podremos evaluar si la iluminación interior es compatible con las necesidades biológicas para un correcto funcionamiento de los biorritmos y el equilibrio circadiano, señala Baeza Moyano.
Otro objetivo fundamental del proyecto es crear una guía de buenas prácticas de la luz dirigida a arquitectos, instaladores de iluminación, profesionales sanitarios y consumidores.
Esta guía ofrecerá recomendaciones para optimizar la calidad lumínica en espacios interiores, con el fin de promover un bienestar integral.
La nueva forma de iluminar nuestra vida permitirá sentirnos mejor y sincronizar las funciones del organismo con la naturaleza, concluye Baeza Moyano.
El proyecto, arropado por EURAMED European Alliance for Medical Radiation Protection Research, representa un avance significativo en la comprensión de la interacción entre la luz y el ser humano, abriendo nuevas posibilidades para mejorar la salud y el bienestar a través de una iluminación más inteligente y natural.