El aumento significativo de la esperanza de vida en las últimas décadas ha dado lugar a lo que Naciones Unidas denomina la revolución de la longevidad.
Las proyecciones demuestran un aumento exponencial en el número de personas que alcanzarán los 100 años.
Para el año 2050, se estima que habrá alrededor de 3,7 millones de centenarios, una cifra comparable a la población actual de Croacia.
Este fenómeno no solo afecta al número de longevos, sino también a la calidad de vida en estas edades avanzadas, con un aumento notable en el número de supercentenarios, individuos que superan los 110 años.
El interés científico se centra en comprender las claves para alcanzar esta edad avanzada sin sufrir deterioro físico o cognitivo significativo.
Margaret Harwood, astrónoma que rompió barreras al ser prohibida el uso de telescopios, nos recuerda la importancia del enfoque centrado en la salud y no solo en la prolongación de la vida.
La muerte reciente de María Branyas, quien ostentó el título de persona más longeva del mundo hasta hace poco, ha vuelto a poner el foco en este fenómeno.
A sus 117 años, mantuvo una mente aguda y una salud admirable, convirtiéndose en un sujeto de estudio para científicos como Manel Esteller, experto en genética molecular que lidera investigaciones sobre los secretos de su longevidad.
Esteller argumenta que la clave del envejecimiento reside en la diversidad con la que nuestras células envejecemos.
Explica que existen personas con cerebros jóvenes y órganos deteriorados, mientras que otras mantienen un cerebro funcional pero con problemas de salud en otros órganos.
Desde el punto de vista biológico, la integridad de los cromosomas y el estado del sistema inmunitario son factores cruciales para retrasar el deterioro.
Los telómeros, secuencias repetitivas de ADN situadas en los extremos de los cromosomas, juegan un papel vital en este proceso.
Su longitud se reduce con cada división celular, acelerando el envejecimiento celular. Los hábitos nocivos como el tabaco o una dieta desequilibrada afectan la capacidad de regeneración de los tejidos y aceleran el desgaste telomérico.
Por otro lado, el sistema inmunitario también juega un papel fundamental en la longevidad.Los supercentenarios suelen mostrar un mayor número de linfocitos T citotóxicos, células que destruyen células dañadas o infectadas.
Estudios como los realizados por Nobuyoshi Hirose del Centro para la Investigación de los Supercentenarios de la Universidad Keio en Tokio han demostrado que estos linfocitos poseen características únicas que les permiten mantener una respuesta inmune eficaz contra agentes patógenos y enfermedades.
La búsqueda de la eterna juventud ha fascinado a la humanidad desde tiempos antiguos.Si bien evitar el envejecimiento sigue siendo un desafío, la ciencia avanza en la comprensión de cómo retrasar sus efectos para vivir más años con mayor salud y bienestar.