Gao Chengyong, conocido como el destripador chino por los medios de comunicación, se convirtió en una pesadilla para la sociedad china al perpetrar una serie de asesinatos violentos y sádicos que conmocionaron al país durante dos décadas.
Entre 1988 y 2002, Chengyong aterrorizó a las mujeres jóvenes de Baiyin, un lugar ubicado en el noroeste de China.
Sus crímenes incluían violación, asesinato y mutilación, dejando tras de sí una huella de horror e impotencia que aún perdura en la memoria colectiva.
El modus operandi de Chengyong era escalofriante: seleccionaba a sus víctimas, generalmente mujeres jóvenes vestidas de rojo, las perseguía hasta sus hogares y allí perpetraba actos de brutalidad extrema.
La policía describe a Chengyong como un individuo con una perversión sexual y un profundo odio hacia las mujeres.
Las autoridades establecieron un vínculo entre los distintos crímenes en 2004, ofreciendo una recompensa significativa por información que condujera a la captura del asesino.
A través de pruebas forenses, el ADN de Chengyong se relacionó con las escenas del crimen, lo que permitió a la policía identificarlo como el responsable de estos horrores.
Durante su juicio, Chengyong admitió haber matado a 11 mujeres, pero los investigadores creen que la cifra real podría ser aún mayor.
El Tribunal Popular Supremo lo condenó a muerte en marzo de 2018 y fue ejecutado poco después, en enero de 2019.
El caso de Chengyong es un recordatorio brutal de la violencia que puede surgir en nuestra sociedad, declaró un experto en criminología.
Es esencial abordar las raíces de esta violencia, como el machismo y la falta de oportunidades para mujeres jóvenes.
La condena de Chengyong trajo una medida de alivio a la población china, pero también abrió un debate sobre la justicia penal y la seguridad pública.
El caso del Destripador Chino sigue siendo un tema que genera profunda conmoción y reflexión en China, serviendo como un sombrío recordatorio de las atrocidades que pueden ser cometidas bajo el velo de la oscuridad.