La ciudad de Salta se transforma en un hervidero de fe y devoción con la llegada de más de 20.000 peregrinos provenientes de la Puna, quienes recorren kilómetros desafiando las adversidades para venerar al Señor y la Virgen del Milagro.

Esta masiva peregrinación, que comenzó a medianoche del pasado 10 de septiembre, se ha convertido en un símbolo de resistencia y compromiso espiritual.

Los caminantes, muchos provenientes de San Antonio de los Cobres y otros municipios de la región, han transitado extensas distancias con una sola meta: renovar su pacto con el Sagrado Corazón de Jesús y la Virgen del Milagro.

La fe mueve montañas, afirma un peregrino que lleva la imagen del Señor y la Virgen del Milagro en su corazón.

Este camino es duro, pero el deseo de estar cerca de nuestros patronos nos llena de fortaleza.

Su arribo al Jockey Club de Salta representa un momento de descanso antes de afrontar el tramo final hacia la Catedral Basílica.

En este lugar, los peregrinos encuentran cobijo y apoyo, recibiendo alimentos, agua y atención por parte de vecinos salteños que se unen a la manifestación de fe con gestos de solidaridad y hospitalidad.

Es admirable ver cómo la comunidad se une para acompañar a los peregrinos en su camino, declara un sacerdote local, quien resalta la importancia de este evento no solo como una muestra de devoción religiosa, sino también como una celebración de la unidad y el espíritu solidario que caracteriza a Salta.

Se estima que los peregrinos alcanzarán la Catedral alrededor de las 15:00 horas, aunque la llegada podría extenderse hasta las 16:00 horas debido a las paradas necesarias para reponer fuerzas y atender sus necesidades básicas.

La Municipalidad ha dispuesto puntos de descanso y baños a lo largo del recorrido para garantizar el bienestar de los caminantes.

Esta peregrinación masiva no solo es un evento religioso, sino también un testimonio de la profunda conexión que existe entre los habitantes de Salta y sus patronos.

Las calles se llenan de una atmósfera cargada de fervor y devoción, convirtiendo a la ciudad en un epicentro de fe durante este encuentro tan significativo.