Vicent y Joan, agricultores con raíces profundas en las tierras del Montgó, se detienen junto a la carretera que conecta Jesús Pobre y Gata de Gorgos.
A sus pies, una extensión desolada de tierra ocre y agrietada, un paisaje macabro que contrasta con la vitalidad que debería caracterizar este punto en el calendario agrícola.
Mira, dice Vicent señalando la parcela, a estas alturas tendría que estar verde, con los restos de la siembra.
En su lugar, solo se observa una tierra árida y desprovista de vida, víctima de la peor sequía que Alicante haya experimentado en décadas.
Esta parcela, como muchas otras en la región, alberga un cultivo ancestral: el trigo centenario, variedad autóctona con siglos de historia en la zona.
Este grano no solo representa una herencia cultural invaluable, sino también un patrimonio genético único, resistente a plagas y enfermedades, según explica María García, investigadora del Centro de Investigación Agraria de Alicante.
Su extinción sería un golpe irreparable para la biodiversidad agrícola española, advierte García.
La sequía actual se ha convertido en una amenaza tangible para este cultivo milenario.Las precipitaciones han sido escasas e irregulares, dejando el suelo seco y agrietado.
El trigo centenario, acostumbrado a un clima mediterráneo específico, sufre severamente la falta de agua.
No solo afecta al cultivo presente, explica Joan, sino que también compromete las futuras cosechas.
Si se acaba este grano, se acaba nuestra tradición.
La situación genera incertidumbre y preocupación entre los agricultores del Montgó.
La pérdida del trigo centenario no solo tendría consecuencias económicas, sino que representaría la desaparición de un patrimonio cultural único.
Los expertos advierten sobre la necesidad de implementar medidas de conservación y adaptación al cambio climático para proteger este cultivo ancestral y garantizar su futuro.