El 7 de agosto, católicos alrededor del mundo celebran al santo patrón del pan y el trabajo, San Cayetano de Thiene.
La festividad recuerda no solo la figura histórica de este hombre de profunda fe y servicio, sino también los valores fundamentales que aún resonan en la actualidad: la dedicación al trabajo honrado y la solidaridad con los más necesitados.
Cayetano nació en Vicenza, Italia, en 1480.Si bien su talento para el derecho lo llevó a ser senador en su ciudad natal, sintió una llamada divina a dedicarse plenamente al servicio de Dios.
Estudió teología en Padua y se doctoró en derecho civil y canónico en 1504.Posteriormente, se trasladó a Roma, donde se convirtió en secretario privado del Papa Julio II.
A pesar de su posición privilegiada, Cayetano renunció a la corte papal para prepararse para el sacerdocio.
Fue ordenado sacerdote a los 36 años y fundó la sociedad de Clérigos regulares o Teatinos, con el objetivo de promover el apostolado y renovar espiritualmente al clero.
Cayetano fue un hombre excepcional que entendió la importancia del trabajo como una forma de honrar a Dios, explica el padre Antonio Martín, experto en historia religiosa.
Su vida nos invita a valorar el esfuerzo cotidiano y a compartir nuestras bendiciones con quienes más lo necesitan.
El legado de San Cayetano se extiende más allá de los confines de la Iglesia Católica.Su ejemplo inspira a personas de todas las creencias a buscar un sentido profundo en su labor, a colaborar con sus comunidades y a actuar con justicia social.
En Argentina, el Día de San Cayetano se celebra con fervor particular.En muchas ciudades, se realizan procesiones, misas especiales y festivales donde la comunidad comparte comida y alegría.
Esta celebración refleja la profunda conexión del pueblo argentino con su tradición religiosa y con los valores que San Cayetano personificó durante su vida.